Tengo
muchas ganas de irme a la camacon
un sentimiento en mi pechocomo
si hubiese vuelto a perder,pero
que esta vez sea para mejor.
-G&TW-
A pesar de lo ilógico de juzgar todo basado en su belleza (o falta
de), en algún momento no quería dejar de hacerlo, olvidar la belleza de ciertas
vivencias, y enfocarse solo en qué tan bien o mal nos hacen, es muchas veces la
mejor forma de olvidar, pero tampoco es algo que me guste hacer.
Hay cierta calidez en el
mundo que no tiene trascendencia en nosotros, y nos daría igual olvidar, y así
también existen aquellos dolores y aquel frío que nos marcan lo suficiente como
para querer tenerlo siempre presente, a veces la mera noticia de descubrir cómo
podemos llegar a sentirnos es un cambiador de juego.
Hace tiempo escribí
sobre la inteligencia necesaria para entender que el poder de cambiar algo no
implica tener que hacerlo, y que muchas veces la vida consiste simplemente
en no hacer nada, dejar que las cosas sucedan y seguir adelante con solo aquello
que corresponda seguir llevando, a veces la única intervención que tenemos que
hacer es interna, y se trata de responder qué tanto de nuestro pasado
conservaremos.
Sin embargo, el querer
cambiar algo para lo que no se tiene el poder no es en absoluto falta de
inteligencia, a veces, es el requisito para luchar por conseguir ese poder de
cambio, en otras ocasiones la manifestación conjunta de algo que
nos hiere y algo que no podemos cambiar es en sí una demanda de cambio, pero desde el adiós y la resignación.
Los problemas solo
existen cuando tienes dos o más caminos a tomar, en otro caso, simplemente son
realidades, algunas de esas nos rompen el corazón o nos consumen la cabeza, sin
que nada cambie en absoluto, salvo nosotros, la única pregunta remanente es si
al final de tanta falta de poder de cambio hemos crecido lo suficiente como
para tener ese poder, o perder el deseo de cambiar las cosas.
Incluso el repetirse una y otra vez que algo no debe importarnos y no vale la pena sufrirlo nos lleva a consumir más energía de la que deberíamos, a veces la forma más tranquila de seguir es dejar las cosas como son, incluyendo aceptar nuestros sentimientos y mirar desde suficiente distancia, desde aquella distancia donde la belleza es inofensiva y ya no importa qué tan distinto pudo ser todo, porque ya no es, ya no será.