miércoles, 25 de julio de 2012

viernes, 20 de julio de 2012

...cero...


En cierta forma, la muerte comenzó con esa tristeza en el corazón, fue como un lento suicidio por apatía, ya no importaba nada.

sábado, 14 de julio de 2012

...agobio...

Que difícil es, en un mundo donde nadie camina a tu ritmo, donde nadie moldea su rostro para agradar al tuyo, donde nadie habla para el volumen de tus oídos, donde nadie se inclina a tu altura, o se espiga hacia ti, sentirse cómodo, y más aún cuando uno realiza tal esfuerzo, sin respuesta. Entonces, me pregunto si acaso no soy visto así, y la certeza de ser un estorbo en tantos lugares, lleva mis pasos lejos de aquellos, lejos de quienes los habitan, aún con la opción de que aborrezcan mi comportamiento.

Un día de estos, he vuelto a ser aquel joven de algunos años atrás, cansado de las personas, de su afán por juzgarme, de su afán por añadir a mi ya enorme lista de defectos, muchos más, que por lo demás aborrezco, que prefieran contar el único lamento levantado en el día, en lugar de las risas, sonrisas y canciones que he lanzado hacia el viento, para el bien de todos además de el mío. Si las personas tuviesen esa presteza que poseen para juzgar, en ayudar a quien lo necesita, en empatizar para decir lo adecuado, o para simplemente guardar el silencio adecuado, seríamos entonces todos más felices, siendo igual o más distintos de lo que ya somos.

Si no estuviese tan cansado de sentirme solo, tomaría ruta al lugar donde me perdí hace tantos años... por tanto tiempo…


...nacimiento...


Deshojando junto a los arroyos acabé ese día,
desgarrando con mis manos lo que el tiempo levantó,
rompiendo la esperanza en mí alojada,
despreciando el día si es en soledad,
anhelando las sombras si es en compañía.

Yo mismo, hijo de mis propias palabras, 
fui formado para describir,
con leves recuerdo de lo era antes de existir, 
antes del gran destello,
antes de posar los propios ojos 
sobre aquellos que lo cegaron,
previo a la primera palabra, 
y póstumo a la última.

Y ahora, justo antes de partir, te pregunto, 
¿Por dónde saldrá el sol?
pues su esplendor contemplar ya no deseo,  
y en mi voluntad, 
me esconderé una y otra vez de él, 
caminando en el limbo,
aquel que me permita habitar entre las sombras 
por siempre.

...descríbeme...



Una vez más tomo el lienzo, replicando tantas horas de noctámbulo ya vividas, ávido de esbozar mil ideas justo antes de que pierdan forma en mis recuerdos, justo después de no haber alcanzado la aún la expresión perfecta,  en ese preciso momento en se logra estampar auqello que desearía crear, casi con la misma certeza de que su alcance no será jamás el deseado, y que su efecto sobre mi mundo se difuminará como tantos otros.

Inconmensurables despedidas juegan al retruécano en mi memoria, en el vicio de mi raciocinio, afirmando el hecho de que, efectivamente, nada dura para siempre, ante lo cual incluso un “adiós” debiese tener alcance limitado, y ninguna despedida debiese durar por siempre, en cuyo caso, efectivamente el vínculo entre dos personas, sea cual fuere su naturaleza, es infinito, entonces, carece todo de sentido, con una premisa que se mutila a sí misma, como el corcel que muerde sus venas para clarificar su mente.

“Nunca más”, ¿Nunca más qué?, nunca más valentía para vivir la vida íntegramente, efectivamente, miedo eterno a aquello en lo que perdemos el control.

“…encontré un lápiz, y esbocé una vida…”

sábado, 7 de julio de 2012

Solitude - De: Kumo no Mukō, Yakusoku no Basho.


"...Cada vez que entro en mi habitación y cierro la puerta, siento un dolor punzante en el corazón, como si todos los huesos de mi cuerpo se me saliesen de la piel. Y me pregunto cómo es que acabé así. Al vivir solo, las noches se me hacen interminables, cuando no encuentro nada que hacer, ando por las cercanías de la estación y hago como si estuviese esperando a alguien; cuando me canso de eso, camino de vuelta a casa lo más lento posible. Tenía amigos en el instituto, pero aparte de cuando llevaba el uniforme, no quería estar con ellos. Ahora que lo pienso, en una ciudad de más de treinta millones de personas, no había una sola persona a la que quisiese ver o hablar.

Algunas veces, en días como ese, sueño con Sayuri. Sueño que está sola en algún lugar frío, la busco frenéticamente... pero al final, nunca la encuentro, aunque, cuando me despierto, siento la presencia de Sayuri en mi interior, y noto cómo mi corazón tiembla. Un día me di cuenta que este es mi tercer invierno desde que vine a Tokio. Es como si estuviese aguantando la respiración bajo el agua... fría y profunda agua, y así ha sido cada día, estoy solo... solo en el mundo entero, así es como me siento..."

De: Kumo no Mukō, Yakusoku no Basho