Me traía especial melancolía observar la luna y las
estrellas por la noche, volver a casa empeoraba esa sensación de haber perdido
el anhelo de ir y volver por entre las cosas que siempre había amado, me sentía
completamente lejano a todo lo que me rodeaba y la vida no parecía realmente
algo por vivir. Pero un día descubrí que desde hacía un tiempo había alguien
más, una mujer, sus ojos, y una alegría tímida que intentaba tomar presencia en
mi cabeza, donde no quería que tuviese espacio.
Yo ya me entendía lo suficiente
como para saber que estaba volviendo a sentir algo que pensaba conocer lo suficiente,
pero el amor puede tomar nuevas formas una y otra vez. Mientras la vida se nutre de
nuevos hábitos, canciones, sabores, aromas y todo aquello que nos conecta a este mundo, el amor se enlaza profundamente en cada recuerdo que esto nos deja, y luego ya no puedes separarlo, es demasiado tarde.
Por algo completamente humano, tenemos la tendencia a
esperar que aquello que anhelamos llegue a cumplirse, el deseo muchas veces
tiene que ver con la posibilidad de que algo suceda y por tanto esperamos que nuestros
esfuerzos valgan la pena, es en esta ilusión que solemos perdernos, a veces
queremos tanto que algo sea posible que nos negamos a ver cómo funciona el
mundo.
A medida que conocemos personas vamos almacenando
recuerdos y emociones que nos conducen a entender a cada cual de forma distinta,
a establecer importancias, prioridades y depositar esperanzas en el otro, es
natural, más allá de intentar no esperar nada, siempre sucede así. De pronto
descubres que volviste a equivocarte, situando a alguien en un lugar que no
desea ocupar, atesorando recuerdos que solo son importantes para ti y
finalmente entendiendo que estabas mucho más solo de lo que creías.
Entender estos acontecimientos puede ser especialmente
doloroso, de golpe todo aquello que se ha hecho, que se ha dicho e incluso que
se ha sentido pierde valor, se relativiza en las dudas, el rechazo y la nula
esperanza de conducirlo a buen puerto, en ello la tristeza y el desconcierto toman
presencia justo ahí donde debería haber felicidad, como una permanente lluvia
situada en primavera, lavando los aromas y arrastrando los pétalos al suelo
cuando apenas han nacido.
Sin embargo, la noticia más compleja la trae el día a
día, quedamos con todas esas emociones como nudos que nos atrapan en cada
despertar, las cosas nunca volverán a ser como eran porque lamentablemente la
vida sigue, las cosas no tienen por qué volver a ser como eran porque
afortunadamente la vida sigue.
Peleamos a diario con ese sentimiento permanente de
pérdida que nos deja el alejarnos de alguien amado, esta emoción se toma las
horas, se toma los días y nos quita nuestros tiempos de calma. Por eso, creo
que solo podemos sentir que estamos sanando un poco cuando volvemos a disfrutar
de la soledad y el no hacer nada, cuando en el silencio algunas cosas vuelven a
estar quietas y esto no nos duele demasiado.
Pensando en esto, un día entenderemos que esa paz que
estamos recuperando fue aquello que nos faltó realmente, fue nuestra compañera
que dejamos atrás y que queremos volver a buscar, que ya va siendo hora de
dejar ir las cosas, de dejar ir recuerdos que alguna vez fueron felices (y que
ahora solo nos traen tristeza) y decidimos dar la espalda a todo aquello que
valoramos mucho más de lo que fuimos valorados.
Sé que estará bien, hay cosas que no están hechas para ser olvidadas, que no están hechas para morir abandonadas a la orilla del camino, pero se convierten justamente en eso, hay en esta vida aquello que simplemente busca ser olvidado, pero estará todo bien, si recordamos el dolor de aquello que de tanto ir y volver nos desgarró el alma.