miércoles, 22 de abril de 2020

La tristeza


La soledad va apareciendo de a poco como una inundación lenta, primero, no notas nada bajo tus pies, de pronto, salpicas un poco para todos lados al caminar y no le das importancia, luego, te empiezas a sentir ahogado y moverse se hace complicado.

El sentirse solo comienza cuando estando con quienes siempre te has sentido tranquilo, relajado y libre de ser tu mismo, ya no es así, y crees que debes comportarse dentro de ciertos límites, al punto de llegar a sentirte fuera de lugar, y luego sientes la necesidad de aislarte.

Uno se siente irremediablemente solo cuando una persona profundamente cercana decide distanciarse de la misma manera que decidió alguna vez acercarse, es como si alguien entrara en tu vida simplemente para salir, como si la diferencia entre hablar cinco minutos respecto a dos horas no importara, y como si los días que pensaste que eran irreemplazables no fueran tan importantes. No importa cuánto quiera a una persona, ese es el momento en que me pierdo completamente.

Sin embargo, la soledad se consolida cuando aquellas cosas que estás sintiendo y todo lo que es importante para ti no puedes comunicarlo a los demás, y por sobre todo, a quienes forman parte de lo que consideras importante, ese dolor es profundo y demora demasiado tiempo en irse, si acaso llega a irse.

Cuando no puedes decirle a nadie lo que realmente sientes, o cuando sientes que no vas a poder hacerlo de una manera que no afecte ni genere conflicto en nadie… es entonces cuando sientes que estás completamente solo en este mundo.

¿Se puede salir de ahí? No lo sé, pero lo voy a intentar.

lunes, 13 de abril de 2020

Estado Actual II


Después de pensarlo mucho, se me hizo hasta difícil entender por qué llevaba tantos días enfocado en lo que he perdido, sin tener un mínimo de conciencia sobre aquello que he ganado, sobre las capacidades que he desarrollado, entre las cuales y por sobre todas las demás encontré la de valorar las cosas que vivo en el preciso momento, y disfrutarlas en consecuencia, es algo que tomó mucho tiempo conseguir, y no quisiera dejarlo ir.

A medida que han pasado los días, ha surgido el anhelo de recuperar o volver a vivir ciertas cosas que en su preciso momento me hicieron sentir tan feliz y conforme, que podía terminar el día con ganas de volver a vivirlo sin cambiarle nada.

Extraño salir a caminar por las tardes o noches, subir el cerro Ñielol, llegar hasta la parte alta del San Cristóbal o visitar algún parque de Santiago (que a pesar de que nunca me va a encantar, hay partes de él que me agradan) y recorrer algún parque nacional, pero por sobre todo, extraño los regresos.

Cuando luego de muchas vueltas regresaba andando o a través del transporte público hacia mi casa, hacia la calidez de un hogar, la certeza de comer algo y de encontrar gente querida, sentía una confianza en el día a día difícil de explicar, y luego, cuando esas salidas dejaron de ser solitarias, y encontré una compañía infinitamente valiosa, los viajes reflexivos (y siempre en silencio) se empezaron a intercalar con carcajadas (además de risas que en rigor nunca terminan) y conversaciones en las que no paraba de hablar.

Todo eso constituye una especie de descubrimiento: Finalmente encontré la forma de disfrutar el día a día a través de elementos sencillos, lo suficientemente sencillos como para poder compartirlos, y lo suficientemente profundos como para no querer olvidarlos.

Quizás, necesitaba poner más atención a mi cuerpo, sus ganas de estar acompañado, los impulsos de abrazar a alguien y el hecho de que desde hace un tiempo dejó de estar completamente alerta y a la defensiva, y volvió a dejar espacio a la confianza, al punto de que podría volver a sentirse cómodo apoyándose en los brazos o los hombros de alguien más, y con la única intención de demostrar mi gratitud.

La peor parte de mí quiso creer que puedo estar aislado para siempre, pero la peor parte de mí jamás ha ganado.

Estos tiempos de aislamiento y soledad me han hecho viajar por tantas partes de mi mente, pero en todas he encontrado la forma de perdonar, y sin que fuese magia, en cosa de algunos días tuve la voluntad y de ser amable incluso con quienes en algún momento olvidaron mi amabilidad, después de todo, tengo que estar a la altura de lo que espero de mi.

Pero no está solo eso, tengo que también que estar a la altura de quien es capaz de preguntarme una y otra vez cómo estoy, cómo me siento y qué estoy dispuesto a hacer si no me siento suficientemente bien, tengo que atesorar todo lo que he vivido, porque en este mundo hay una bondad por la que vale la pena luchar, y personas por las que la pena ser parte de esa bondad.

Que fortuna tan grande es tener personas a las que decir adiós sea tan difícil.

viernes, 10 de abril de 2020

Estado Actual

Por alguna razón, creo que ya no tengo la capacidad que tuve durante tantos años de estar completamente solo, todo el tiempo, y sentirme completamente desafectado por ese hecho, desconozco si se trata de algo entrenable y que por tanto pueda recuperar.

Mientras han quedado rasgos de mi personalidad, he oscilado muchas veces entre agradecer fervientemente por las amistades y personas cercanas que he llegado a conocer, y sensibilizarme ante la profunda soledad con la que convivo a diario y contra la que lucho desde que tengo conciencia de hecho.

Con el contexto actual, que me obliga a estar encerrado en mi propia casa, esta variación se ha acentuado como jamás lo imaginé, por un lado, probablemente esté conviviendo con las personas que más quiero fuera de mi familia, y por otro, la incapacidad de cambiar de escenario me hace sentir tan solo que a ratos podría llorar.

Al parecer, quité bastantes capas que esquivaban las relaciones humanas, y cuando lo hice, pude sentir la calidez de algunas personas y me sentí muy feliz, pero luego recordé exactamente por qué había llegado después de tantos años a esa postura tan esquivas, y porque normalmente cada vez que me dispongo a vincularme de forma profunda con alguien, termino en la conclusión de que debo ser más y más desconfiado, este razonamiento siempre viene durante caminatas solitarias que duran horas, y actualmente ni siquiera a eso puedo recurrir.

Quizás, lo único que necesito es entender por qué hay personas que se sienten con el derecho de mantenerte cerca solo mientras les parece útil, para luego tomar la distancia que se les venga en gana o por pura conveniencia, he conocido ya a tantas personas así, aunque una sola ya sería demasiado, que no me culpo de las veces que tengo ganas de mandar todo y a todos al carajo.

Pero esta vez, y más que nunca, tendré que cultivar la paciencia.