lunes, 24 de agosto de 2020

Cierre


¿Qué significa configurar la propia soledad? Había leído tiempo atrás sobre la historia de Suga y su vida en Italia, y cuando mencionó esta idea me quedé absorto al punto de que nunca he dejado de pensar en ello. Configurar podría ser darle forma a algo, y en el caso de la soledad, transformarla en algo que podamos entender, y a través de ese entendimiento, lograr vivirla.

He necesitado darle una forma entendible a la soledad según las capacidades que he ido ganando y perdiendo en el tiempo, nunca podré renunciar a la soledad y nunca podré descansar de ella, lo supe cuando tenía aproximadamente ocho años, y no he tenido miedo a ese estado mental en la mayoría de mis días, para mi estar solo jamás llegó a ser algo necesariamente malo, e incluso me parece benéfico.

Refugiado en una naturaleza abundante, un estándar y un  hábito de vida privilegiado, esta sensación permanente jamás me generó un conflicto por sí misma, pero no es raro que tenga estados de melancolía, silencio y tristeza que lleguen a parecer permanentes, pero incluso en esos días he tenido la costumbre de sonreír, de reír, de jugar y de actuar como si todo estuviese bien, no hay necesidad de que el mundo se entere de lo que a uno le duele permanentemente.

Creo que en mi vida solo he contado tres veces en las cuales alguien ha podido notar que me encuentro mal o incluso enfermo en lo que a mi estado de ánimo corresponde, dos de esas veces se dieron este último año. Por eso necesité descansar, tomarme una pausa y mirar desde afuera, alejándome de todos, aunque eso también fuese doloroso, agotador e incluso decepcionante.

Mis primeras heridas surgieron por depositar mi confianza y equivocarme, nunca imaginé que alguien pudiese tener la intención o el descuido de herir a otra, ahora sé que las personas se hacen esto todo el tiempo ya que las relaciones humanas y el dolor son parte de lo mismo, lo supe al entender que querer a alguien hace que sus actos sean especialmente importantes.

Sin embargo, es probable que jamás hubiese notado mis sentimientos heridos y mi corazón roto por personas en las que había depositado confianza de forma consciente, con pleno entendimiento y por voluntad de hacerlo, y cuando eso pasó perdí las ganas de volver a confiar y de volver a reírme tranquilamente al lado de alguien,  incluso mi cuerpo volvió a dolerme como años atrás al punto de tener días en los que no quería levantarme.

Hubo una parte de mí alegre, que solía reírse todos los días largamente y que solía disfrutar de los más mínimos detalles, en esos momentos llegué a sentir que podía ser mi mejor amigo, al grado que los momentos de soledad eran más felices que nunca, aunque sabía que se debía a que había encontrado con quien compartir mi alegría, y que por tanto esta se multiplicaba.

Esa parte de mí hubo de morir, se despidió entre la frialdad de las personas y la monotonía que otorga una rutina impuesta para evadir el dolor, al enterrarlo anhelé con fuerza irme a un lujar lejano, donde la naturaleza abundara y el silencio tomara parte, donde no hubiese calor ni frío y el aire tuviese el aroma del rocío por la mañana, si estaba muriendo, deseaba el paraíso, y si el paraíso existía, debía ser así.

Finalmente desperté, pero no hubo nada de eso, sigo vivo, y me quedó el vacío, los días que no se dirigen a ningún lado y un tímido deseo de retomar una vida en la que podía distraerme, a fin de cuentas, hay cosas que nacen para ser tocadas, cosas que nacen para contemplarse y otras que nacen simplemente para ser olvidadas.

Estado Actual IV - Loin

Aquella vez tuve demasiadas preguntas y pocas respuestas, siendo incluso incapaz de sentirme tranquilo frente al lago favorito de toda mi infancia y rodeado de aquello que entendía como mi bienestar desde niño, bueno, sabía que parte de eso había muerto a lo largo de ese último año.

Incluso hoy, aquello que me produjo ansiedad y me impedía el sueño sigue sin estar del todo claro, probablemente sea uno de los peores cierres de diciembre que recuerde, una de las navidades menos alegres y uno de los estados de ánimo que espero nunca volver a tener.

En esos días pensé sobre lo inevitable que son los cambios en la vida, sobre el tiempo y el ritmo con el que trae las despedidas, que a veces llegan demasiado pronto, pero también están aquellas que llegan demasiado tarde. En aquellos días recordé que la pérdida de una cercanía podía dolerme más que la pérdida de una persona.

A través de los años había quitado el espacio para esas cosas al punto que gocé de una estabilidad y paz absoluta en la cual pude reconocer mi persona racional en todo su esplendor, y escogiendo a plena lógica hasta dónde quería que otras personas se viesen involucradas conmigo, no hubo nada que afectara mi ánimo, incluso pasando días sin hablar con nadie o cruzando tres comunas durante más de cuarenta minutos en metro, con la boca sangrando y sin nadie que me acompañara, no sentía el peso de la soledad en lo absoluto, pero esos días se tornaron infinitamente aburridos, aunque a veces los extraño.

Entre las cosas que odié de enfrentarme a mi lado más ansioso estuvo la incapacidad de poder comunicarme con éxito, de no saber hacerlo, de no ser escuchado, de ser omitido o simplemente de sentir que no valía la pena o que no habría de cambiar nada, que si no había logrado nada diciendo algo de una primera, segunda o tercera manera, una cuarta solo me traería más frustración, mientras lentamente volvía a sentir esa soledad a la que había vencido día a día por tantos años.

Hoy, mirando hacia el pasado y los últimos meses que he vivido, quiero recuperar desde mi estado físico hasta mis hábitos felices, porque por primera vez tengo una serie de objetivos trazados únicamente desde mis deseos y porque necesito lo mejor de mí para llegar a ellos.

Desde este contexto, espero algún día sentirme tranquilo y a salvo, poder dormir en calma y contar con un abrazo que no se condicione a los días ni se mueva desde la ambigüedad, pues habiendo vivido días tan alegres como jamás pensé que podrían estar reservados para mí, tuve probablemente la tristeza más grande que recuerde en mi adultez y vida cercana, y no estoy dispuesto a tener que jugar ese juego de suma cero cada vez que encuentre una fuente de felicidad.

Todavía anhelo la alegría de algunos días, y todavía siento miedo cuando pienso en la tristeza de aquellos otros, al grado de poder llorar al recordar a cualquiera de ellos.

Nada de lo que hubo de ser volverá a hacerlo, todo ha cambiado de forma definitiva, el egoísmo de algunas personas, el miedo de otras, mis defectos y el contexto mundial lo hacen indudable, solo deseo que aquello que deba permanecer en mi vida lo haga independiente de si debe cambiar de forma, incluso si debe tomar la forma que siempre debió tener y al precio que eso implique, espero que la pausa en la que estoy no dure mucho más, porque definitivamente quiero vivir.

martes, 18 de agosto de 2020

Empatía

Creo que no te entiendo, no del todo, pero no importa, seguramente estés recorriendo un camino que desconozco. Sin embargo, me quedaré con las pequeñas batallas que luchamos, aquellas que en realidad no fueron por otros, sino tal vez por nosotros, o mejor dicho, por mí, o por ti.

Creo que jamás podré ponerme en el lugar de otros, no del todo, no como quisiera hacerlo, y cuanto más quiera a alguien, cuánto más anhele comprender a alguien, más grande sentiré la distancia que me separe de ese entendimiento.

Claro que es imposible una empatía absoluta, lo fue desde el principio, lo es en todos los inicios, somos dos realidades diferentes, a veces nos ayudamos, a veces nos usamos, nos dañamos, pero nunca sabremos si nos entendemos.

En realidad, no deberíamos nunca pensar en entender a alguien, cuando juzgas a alguien bajo los estándares de tu propio mundo, de tu propia interpretación de la realidad, no es más que un acto de vanidad, creemos entender cómo se sienten otras personas viviendo otras vidas, y esperamos que con eso sea suficiente.

Es posible que haya momentos en la vida en que uno no tenga ningún amigo aún en todo el universo, pero aún en esos momentos deberíamos intentar tener empatía y respetar al otro.

A veces creo que las personas solo se protegen entre ellas porque se sienten solas, tal y como algunos protegerían el medioambiente por miedo a extinguirse.

Desde esta perspectiva todo acto humano no busca más que la gratificación personal, pero está bien y hay que aceptar esa parte de nuestra condición humana, pues no tendría sentido ocupar todas estas ideas solo para odiarnos.

Con todo esto, he pensado mucho en lo rápido que pasa el tiempo, en las cosas que han agitado mi corazón y que en un suspiro ya eran completamente lejanas.

Fue una persona, una vida, una forma de existencia que vi pasar al frente mío y partir… ¿Por qué me puse tan triste cuando eso ocurrió? Tal vez solo porque tengo suficiente tiempo para hacerlo, pero es también una de mis grandes riquezas, tener un corazón con el suficiente espacio para sentir estas cosas, es algo que definitivamente me hace querer vivir.

Nacemos en este mundo, y día tras día vamos construyendo nuestra propia versión de él, tratamos de entender lo que nos rodea sumando pequeños momentos de razón y calma, buscamos estar cerca de algo, anhelamos sentirnos cerca de alguien… hasta que se nos va la vida.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Primavera y diferencias


¿Cómo diferenciaría el saber del entender? Lo digo porque aún sabiendo que son cosas distintas, yo mismo no había llegado a entenderlo. Sin embargo, tuve esas tardes en las que el calor golpeaba algunas horas hasta amainar y dar espacio a noches cálidas y amables, tuve una sonrisa y carcajadas, y conversaciones que nunca terminaron. En ese entonces llegué a saber que mi vida estaba cambiando para siempre, aunque vine a entenderlo mucho tiempo después.

En un parque enorme y bajo la sombra de árboles pequeños, contemplando el cielo con las nubes de paso lento, y disfrutando del silencio que a veces llega en las áreas verdes y los espacios abiertos, nos preguntamos sobre la felicidad, sobre la diferencia entre ser feliz y sentirse feliz, yo, en ese preciso momento pude contestar que tenía ambas cosas, aunque sabía que no iba a ser siempre así, y que estar teniendo esa conversación era en parte la razón de que respondiera eso.

Por ese entonces estaba volviendo a confiar en cosas que durante un tiempo pensé que había visto y conocido, pero que se me habían escapado luego de profundos dolores y grandes decepciones, fue su andar calmo y su interés despreocupado lo que me devolvió las ganas de creer, y esas ganas de creer me dieron espacio a reaprender y entender de una nueva forma ideas como la esperanza, la soledad, la compañía, el dolor y finalmente los frutos de todo ello.

Tengo la seguridad de que ese aprendizaje sigue desarrollándose en mi mente, cuando miro hacia atrás y pienso en esos días que me traen un bienestar profundo y el anhelo de volver a sentirme así, y darme cuenta que por primera vez en mi vida no estoy pensando en volver al pasado (ni a mi infancia) cuando pienso en volver a ser feliz, porque incluso en este momento en el que mi vida está en pausa, estoy pensando en volver a ser feliz, entonces sé que ya no soy el mismo.