martes, 10 de junio de 2014

...vejez...

Cuando el sol se alza sin sofocar, como hoy día, o cuando sofoca, como en verano, en los días grises en que se esconde, como en invierno, o cuando se divierte secado hojas, como otoño… en cualquier instante, en cualquier parte, si cierro los ojos… me veo rodeado de mil cerros resplandecientes, corriendo en una alfombra verde e indeleble, hacia ventanales de madera blanquecina, donde vislumbro los primeros atisbos de un hogar. Justo ahí donde las mil presentaciones de la naturaleza eran mis amigas, y mi entorno social no forzaba más allá de la elasticidad de mi corazón de niño.

Obligado a conjugar más elementos sociales de los deseados, y despojado de los diez grupos de cien que me hacían feliz, la tormenta de preguntas me llevó a la profunda inacción durante días que fueron milenios.

Si se considera que los cambios de etapa presentan una multiplicidad de elementos existenciales completamente nuevos, difíciles de administrar para cualquier persona, alguien nacido y formado para una reducción máxima de ellos inevitablemente habría de equivocarse de sobremanera al exponerse a suma cantidad de factores, el diferencial de costumbre sería lo suficientemente pequeño como para llevar los errores naturales a catástrofes incontrolables.

Si se considera que los cambios de etapa presentan una multiplicidad de elementos existenciales completamente nuevos, el impacto de las primeras veces tendrá una trascendencia tal, que cuando se tratase de causales de felicidad, su profundidad marcaría una forma de percibir el mundo que te acompañaría hasta el último de tus días.

De esta manera, la inexperiencia exacerbada radicaría en la pérdida de elementos cuya trascendencia existencial sería irrenunciable, llevando a un nivel de extravío tal entre los planos de la vida, que la cuota de dolor le desviaría totalmente de su condición natural, y la incapacidad de volver a sorprenderse de la misma manera, vetaría de toda esperanza de felicidad íntegra de ahí en adelante.

¿Estaría entonces condenado a ser infeliz por siempre?, definitivamente no, pues no volvemos atrás, pero debemos reencontrar nuestro hogar, yo, entre bosques, cerros y ríos espero algún día dormir tranquilo, sabiendo que he encontrado todo aquello que perdí, o descubriendo que extravié sólo una mínima exprensión.

Tenemos, realmente, que partir algún día desde el punto de comodidad, pues esta última no significa paz, y sin esta no existe realmente nada, tenemos que decir adiós.