Hacía frío, en esos días hacía demasiado frío,
por más que intentara abrigarme o permanecer en movimiento, llegaba en un punto
en el que no podía más, en esos días me di cuenta de que más allá de lo
preparados que estemos para una dificultad o cualquier tipo de realidad, el
cansancio llega a tener un papel preponderante, una vez que superamos nuestra
resistencia perdemos incluso todas nuestras cualidades.
A veces, la decisión más valiente está en la renuncia y el rendirse, con el tiempo, todos llegaremos a hacerlo frente a algo que amamos, algunos mirando amargamente al cielo, otros mirando hacia el horizonte y sonriendo, y lloraremos cuando el pesar sea pequeño, y cuando sea demasiado callaremos, decidiremos seguir avanzando por el camino solitario hasta encontrar otro punto de descanso y volver a sentirnos cálidos y acompañados aunque sea solo por unos instantes.
En la ciudad incluso estuvo lloviendo, había frío, humedad, silencio y soledad. Cada caminata era insuficiente a pesar de que cada paso parecía más lento e interminable que el anterior, a veces no tenía interés alguno en volver a casa, a veces no tenía impulso alguno de salir de mi habitación, ¿Qué sentido tenía de todas maneras? A lo largo el camino era idéntico al que encontraba si miraba lejos hacia atrás, el descanso estaba terminando y pronto habría de volver a andar.
Quizás no estaba tan mal que fuese así, quizás el que haya un camino de trazos solitarios no es tan grave, e incluso no es tan grave que esos trazos siempre sean mucho más extensos que los instantes de compañía, sin embargo, pensando en la intrascendencia de mucho de lo que habría de intentar, ya no quería intentar nada, eso llegó a consumirme completamente.
No hay ninguna razón, absolutamente ninguna razón para intentar o hacer más que lo que la otra persona intentaría o haría por uno. Mientras he sido capaz de mantener ese precepto, y el de brindarme segundas oportunidades a mí antes que a alguien más, he sido feliz.
A veces, cuando pienso en esos días, me pregunto si estaba viendo todo en excesiva negatividad o estaba contemplando la verdad, aunque con las consecuencias que arrastro hasta el día de hoy tengo la sensación de que vi todo tal y como era, y que por tanto el único error pudo ser creer que podía estar evaluando mal las cosas (y que podían ser distintas a lo que parecían).
El camino solitario se sigue extendiendo por más y más kilómetros, no sé si llegue a recorrerlo completamente antes de volver a sentirme agotado, si eso vuelve a pasar, en lugar de luchar inútilmente, habré de dejar que ciertas cosas mueran, e incluso mataría aquello que he amado con tal de salir adelante. Pero no debería condenarme si eso pasa, ya que tal y como decía Oscar Wilde “todos los hombres matan lo que aman, pero no todos deben morir por ello”.