Habiéndose sucedido ya 10 años, se me hace inevitable hacer el ejercicio de
qué hubo, qué queda y qué quedará, y lo que eventualmente habría de decirle a
mi padre si tuviese apenas unos minutos para dirigirme a él.
Gracias por enseñarme a hacer todo por mí mismo y no depender de nadie
fuese cual fuese el caso, a pesar de la presión que eso supuso en su momento,
es la fuente de toda la seguridad que tengo y en buena parte es la razón por la
cual no he dejado de caminar hacia delante todas las veces que he sentido que
ya no podía más.
Gracias por enseñarme sobre las cosas que un hombre puede llegar a ser,
como un ejemplo a la hora de asumir responsabilidades y cumplir con lo que dice,
y las que no debe, como un adulto que nunca conversa sobre sus emociones.
Gracias a ti aprendí que si eres demasiado amable con las personas, jamás
te valorarán como corresponde, repetías esa frase constantemente: “La mucha
amabilidad causa desprecio”. Llegando a los 31 años me empiezo a dar cuenta de
lo cierto que es, debe haber sido muy duro darse cuenta de eso para ti, como lo
ha sido para mí. Pero a pesar de todo ello, siempre termino ayudando a quién lo
necesita, tal como lo hacías tú.
Gracias a ti aprendí que no importa lo mucho que hagas por alguien, y que
no importa cuánto ames a alguien, eso no te garantiza nada, ni de esa persona,
ni de la vida, y que al final, las relaciones humanas y el amor que se puedan
brindar las personas es garantía de muchas cosas, pero muy rara vez de
equilibrio o relaciones mutuas, no sé si eso me habrá hecho feliz, pero me ha liberado
de muchas decepciones por no albergar esperanza donde debía.
Gracias a ti aprendí que no importa lo mucho que hagas por alguien, ni
todas las veces que demuestres tu afecto o incluso tu amor, aún si es en el día
a día, si nunca se lo dices a esa persona, no termina jamás de entenderse ni
comprenderse en todo su esplendor, y que no importa lo tarde que se haga, es
peor que no hacerlo nunca. Pero tranquilo, te perdoné por eso hace 10 años.
Hay
que decir “te quiero” y “te amo” papá, si estás en algún lado, espero que lo estés haciendo.
Aprendí mucho de ti, tanto de lo que quería y no quería para mi propia vida
o para mi propia persona, y ahora mismo, que estoy decidido a hacer un camino
que se desprende enormemente de lo me alcanzaste a enseñar (y de lo que era
capaz de aprender con 20 años), tu recuerdo se me hace mucho más distante que
nunca.
A pesar de eso, te seguiré extrañando, tal vez no en la tristeza ni en la
soledad, porque siempre las enfrenté sin contar con tu consejo, pero
definitivamente cuando tenga una buena noticia o una alegría que desee
compartir, cuando me encuentre en algún paisaje abierto, cuando coma las
primeras frutas del verano, o caiga la primera lluvia de primavera, me enseñaste,
sin palabra alguna, a valorar todas esas cosas, y yo le he sumado, por propia experiencia,
que necesito personas con quien compartir todo eso, porque además de todas las
cosas que me enseñaste sobre llevar una vida justa, yo he aprendido a llevar una
vida feliz (o estoy en eso).