lunes, 16 de marzo de 2020

Descansar

¿Qué es lo que has encontrado hasta ahora?
¿Has siquiera encontrado algo que valga la pena?
¿Ha tenido sentido sufrir tanto y sentirse triste?
¿Ha valido la pena cada vez que algo salió mal?

Tenías sueños por los que luchaste y te rompiste
¿Estuvo bien perseguirlos con tanto ahínco?
¿Estás satisfecho con los días que viviste?
¿No sientes que estás herido ahora mismo?

¿Puedes seguir adelante tal cual a pesar de todo?
¿A pesar de que mucho de lo que hiciste fue inútil?
¿A pesar de que no valía la pena, que no lograste nada?
¿A pesar de que a la otra persona nunca le importó?

¿No deberías intentar descansar,
aunque fuese un pequeño instante?

Soledad y Herencia


Cuando te conocí, admiraba tu soledad. Venías de un lugar solitario y te habías movido a otro lugar incluso más solitario que aquel, y para mí parecía que todo ello tenía un poco que ver con tu propia elección, tanto que no podía entender el concepto de tu persona sin todo eso.

Siempre creí que hacías cosas como terminar las conversaciones de forma rápida o guardar silencio en lugar de conversar, como buscando tomar atención sobre todos y evitar la de todos sobre ti.

El principio, pensé que eso era genial, y te ponía en una condición de vida muy sobre la del resto, un hombre fuerte que era capaz de no verse afectado por las ausencias, no extrañar a nadie, no sentir la falta de nadie, y a la vez, no faltarle a nadie si es que esto era necesario.

Entonces trabajé en hacer exactamente eso todo el tiempo, en convertirme en lo que admiraba, si miro hacia el pasado, no tengo idea por qué caló tan profundo en mi persona el concepto de la soledad como algo que me permitiría resolver misterios para los cuales la presencia de la gente era un distractor.

Verte una y otra vez comportarte igual reforzaba esta idea… hasta que la madurez y un par de dolores me hicieron ampliar mi concepto de las personas, de las relaciones humanas y de la necesidad de compartir, fue en ese momento en que vi que lo único que habías conseguido desconectándose así era sumirte en una tristeza profunda de la cual ya no sabías cómo salir.

Había considerado toda mi vida que necesitar a otras personas y extrañarlas era un símbolo de debilidad, que llorar era un símbolo de debilidad, que vivir pensando constantemente en la necesidad que el otro tiene sobre uno, y la que uno tiene sobre el otro, era una forma equivocada de existir, propia de gente con menos capacidades que yo… que yo podía estar sobre eso, y lo intenté tantas veces que mi personalidad se llenó de fracturas que hasta el día de hoy significan un dolor permanente en mi día a día.

Sin embargo, me agoté, el día que te vi morir entendí que no habías ganado nada con eso, salvo el dolor con el que cargabas y la soledad que me habías heredado, quise arrojarla al vacío, y empecé a trabajar con todas mis fuerzas en buscar caminos más allá de lo que había llegado a ver a este entonces.

Habías sido una persona débil toda tu vida, forzándose a ser fuerte habías perdido la capacidad de arriesgar, de perder, de querer a pesar del miedo a ser rechazado, de sufrir cuando alguien ya no estaba, o cuando la distancia se interpusiera entre tu y esas personas, y nunca, nunca supe nada de eso, nunca me enseñaste nada al respecto, y cada vez que me ha pasado, he tenido que aprender todo desde menos que cero, porque no solo son cosas nuevas para mí, sino que además pensé durante mucho tiempo que eran cosas que no valían la pena, que podía olvidarme de ellas y quitarlas de mi vida, y no es así.

Ahora he aprendido a llegar a la gente, pero todavía no sé cómo hacer que la gente llegue a mí, la soledad es un pasillo estrecho en el que pareciera que por más que abras las puertas nadie puede entrar, y supongo que lo lógico sería buscar la salida de ahí… pero me pregunto si aún existe, o si no es demasiado tarde para encontrarla.

martes, 3 de marzo de 2020

Padre



Habiéndose sucedido ya 10 años, se me hace inevitable hacer el ejercicio de qué hubo, qué queda y qué quedará, y lo que eventualmente habría de decirle a mi padre si tuviese apenas unos minutos para dirigirme a él.

Gracias por enseñarme a hacer todo por mí mismo y no depender de nadie fuese cual fuese el caso, a pesar de la presión que eso supuso en su momento, es la fuente de toda la seguridad que tengo y en buena parte es la razón por la cual no he dejado de caminar hacia delante todas las veces que he sentido que ya no podía más.

Gracias por enseñarme sobre las cosas que un hombre puede llegar a ser, como un ejemplo a la hora de asumir responsabilidades y cumplir con lo que dice, y las que no debe, como un adulto que nunca conversa sobre sus emociones.

Gracias a ti aprendí que si eres demasiado amable con las personas, jamás te valorarán como corresponde, repetías esa frase constantemente: “La mucha amabilidad causa desprecio”. Llegando a los 31 años me empiezo a dar cuenta de lo cierto que es, debe haber sido muy duro darse cuenta de eso para ti, como lo ha sido para mí. Pero a pesar de todo ello, siempre termino ayudando a quién lo necesita, tal como lo hacías tú.

Gracias a ti aprendí que no importa lo mucho que hagas por alguien, y que no importa cuánto ames a alguien, eso no te garantiza nada, ni de esa persona, ni de la vida, y que al final, las relaciones humanas y el amor que se puedan brindar las personas es garantía de muchas cosas, pero muy rara vez de equilibrio o relaciones mutuas, no sé si eso me habrá hecho feliz, pero me ha liberado de muchas decepciones por no albergar esperanza donde debía.

Gracias a ti aprendí que no importa lo mucho que hagas por alguien, ni todas las veces que demuestres tu afecto o incluso tu amor, aún si es en el día a día, si nunca se lo dices a esa persona, no termina jamás de entenderse ni comprenderse en todo su esplendor, y que no importa lo tarde que se haga, es peor que no hacerlo nunca. Pero tranquilo, te perdoné por eso hace 10 años.

Hay que decir “te quiero” y “te amo” papá, si estás en algún lado, espero que lo estés haciendo. 

Aprendí mucho de ti, tanto de lo que quería y no quería para mi propia vida o para mi propia persona, y ahora mismo, que estoy decidido a hacer un camino que se desprende enormemente de lo me alcanzaste a enseñar (y de lo que era capaz de aprender con 20 años), tu recuerdo se me hace mucho más distante que nunca.

A pesar de eso, te seguiré extrañando, tal vez no en la tristeza ni en la soledad, porque siempre las enfrenté sin contar con tu consejo, pero definitivamente cuando tenga una buena noticia o una alegría que desee compartir, cuando me encuentre en algún paisaje abierto, cuando coma las primeras frutas del verano, o caiga la primera lluvia de primavera, me enseñaste, sin palabra alguna, a valorar todas esas cosas, y yo le he sumado, por propia experiencia, que necesito personas con quien compartir todo eso, porque además de todas las cosas que me enseñaste sobre llevar una vida justa, yo he aprendido a llevar una vida feliz (o estoy en eso).