Cada detalle de
aquellos árboles, de aquel camino alfombrado en las hojas de incesante caer, en
tintineo constante de las gotas desprendiéndose de su hilo matriarcal, la
fuente de mi paz y felicidad, impactaron de lleno con el ajetreo agresivo de
mil personas luchando por su futuro, cargando sobre mí imperceptible hastío,
manifestándolo en un comportamiento de desdén hacia mis congéneres, en un
inentendible caminar distante, como el de aquel que protege al mundo de su
falta de descanso, de la pérdida de su manantial.
Luego, el recuerdo
de las caminatas de media tarde nutrió mi existencia en torno a una fuente de
energía, como un pozo donde las aguas beben la esencia de la luna, y el
recuerdo de un pasillo, las manos de ella,
mi propia esperanza, se convirtieron en el todo de aquella época, y, del mismo
modo, en un suspiro doloroso de cuyo aire he debido desprenderme, sin el cual no
hubiese vuelto a respirar, siempre sobre la extenuante perspectiva de la vida.
"..entonces, cada
día era un amplio pasillo donde los pasos resonaban incesablemente, aunque
incluso los propios carecían de importancia, tan fríos como el dolor que yacía
en su espalda, tan horroroso como el vacío que acechaba detrás de cada pilar,
de aquellos en los que su frente había dormido sin sueños..."