[Forest Love II by orestART]
Se han extendido las lenguas de fuego voraces, como antesala de fauces devorantes, como anuncio de un demonio inextinguible, y con todo lo que sobre ellos se cierne, se ha perdido un ramo de bosques otrora eternos… y me quedé absorto en lo perdido, y en la impotencia manifiesta del hombre y su ambición de dominarlo todo, y no poder controlar ni el fruto vil de su desorden, me pregunté sobre la humanidad y su designio.
No es para mí sino un ejemplo, mundano, pequeño y lamentable, de la
llama voraz que azota el mundo, sin que lluvia alguna pueda retenerle, es eso el
hombre en su inconsciencia, manifiesta muestra de ignorancia, destruye la vida
de la que forma parte. Los árboles deben estar preguntándose el por qué, si han sido amables con nosotros, todos, cada uno, corren en su ayuda ahora solo algunos.
Pensé en las innumerables copas que tantas veces fueron mis aliadas, y las raíces que me hablaban de refugio, ante el sol extenuante, ante la lluvia acechante, ante la soledad congelante, y luego pensé en ella, y las veces que corrió bajo tantas ramas, y de cada hoja respirante que hace posible nuestra existencia, y de la vida que abrigada bajo la sombra de aquellos bosques, tapizada en sus hojas otoñales, nos permitió cruzar caminos y encontrarnos.
Yo aseguro desde lo vivido que nadie puede ser inmune a lo artificial, que nuestro estado real queda manifiesto sólo ante la exposición a la naturaleza y su efecto purificador, sólo seguimos siendo humanos en su seno, cuando le palpamos con frecuencia y, por eso, me pregunté cómo podría vivir sin poder correr hacia ella, el brutal ritmo del mundo no cesó jamás... y los días siguieron transcurriendo lentamente, y me pregunté cómo podría amarla con todas mis fuerzas sin apenas un bosque al que correr a escondernos.
Pensé en las innumerables copas que tantas veces fueron mis aliadas, y las raíces que me hablaban de refugio, ante el sol extenuante, ante la lluvia acechante, ante la soledad congelante, y luego pensé en ella, y las veces que corrió bajo tantas ramas, y de cada hoja respirante que hace posible nuestra existencia, y de la vida que abrigada bajo la sombra de aquellos bosques, tapizada en sus hojas otoñales, nos permitió cruzar caminos y encontrarnos.
Yo aseguro desde lo vivido que nadie puede ser inmune a lo artificial, que nuestro estado real queda manifiesto sólo ante la exposición a la naturaleza y su efecto purificador, sólo seguimos siendo humanos en su seno, cuando le palpamos con frecuencia y, por eso, me pregunté cómo podría vivir sin poder correr hacia ella, el brutal ritmo del mundo no cesó jamás... y los días siguieron transcurriendo lentamente, y me pregunté cómo podría amarla con todas mis fuerzas sin apenas un bosque al que correr a escondernos.
