domingo, 10 de enero de 2016

Los años que no volvieron

 

Detrás de cada rincón de mi memoria se esconde una sonrisa tímida y una mirada de fascinación, un festival de emociones tan colorido como aquellas cosas que siempre quiero recordar, esa inocencia profunda de creer que los otros veían el  mundo con igual maravilla y pureza, y guardaban el mismo amor ferviente a la oportunidad de estar vivo.

Detrás de cada lamento de mi alma se esconde un suspiro arrancado y un pestañeo ciego y lánguido, creo que puedo llegar a entender que alguien vea la vida de forma menos espectacular y sin mis arrobamientos, que vivan lejanos a la esperanza de lo bello, pero no logro entender por qué se empecinan en compartir esa amargura aun sabiendo que es tal.

Después de pasar por un mundo de gentes así, no he podido volver a verlo todo con plena luminosidad, porque a pesar de todo, comprendí la necesidad de la compañía, y si bien en primera instancia uno se conforma con lo novedoso, una vez vuelve a congeniar todas sus necesidades, las siempre sabidas y las descubiertas, requiere inmediatamente una realidad que  las conjugue, que en este caso viene a ser el rodearme de quienes vean el mundo con igual admiración, que hayan llegado hasta el día de hoy siendo fiel a eso, en cierta forma, quiero acompañarme de gente que no le tema a la soledad, luego, que valorice la compañía de alguien de forma profunda, que busquen maravillarse en conjunto frente al mundo, quienes que no vendan sus principios por una palabra amable al azar. 

Respeto a lo propio


Cuando recuperé la costumbre de amar lo propio como lo hace un niño que defiende celosamente lo que le pertenece, creo que fue el momento preciso en que el me convertí en hombre, ese día en que comprendí que mi amor, mi amistad, mis abrazos, mis caricias, mis tiempos, mis pensamientos, mis olvidos, mis días, mis noches, mis palabras y mis silencios, eran por sobre todo algo mío, y no pertenecían a nadie sino que hasta que lo regalaba, haciendo inaceptable que alguien dispusiese de ello de antemano.

Declaración de intenciones

“…tu, que me miras desde arriba  porque dices que me extravío de este mundo, no entiendes que no son sino pocos momentos en los que ando de paso por acá, mientras te enorgulleces de dominar este plano, yo exploro otros y me lamento en que te conformes con un reino que ya conozco a cabalidad, que he explorado lo suficiente como para ya no querer más conocimiento sobre él, vivo mucho más allá de lo que tus ojos divisan…”

Sobre mi nueva soledad



En su momento, acudí a mis obligaciones de forma sistemática sin interesarme en con quién las compartía, y de todas las personas con las que trataba en la universidad, no había a quien deseara ver fuera de ella, y en realidad, no existía una sola persona con la que realmente quisiera estar fuera de mí mismo, y llamé a esos días “Días de las flores ciegas”, porque nada de lo que nació en esa época, indistinta de su belleza, pudo relacionarse con otra cosa, todo permaneció aislado y finalmente intrascendente, bástame decir que el recuerdo de este entonces pasa con mi cabeza en imágenes cuyo tono no supera el blanco y negro.

Y vino una etapa intermedia, donde sané mi capacidad de conectarme al mundo, de modo que pude volver a usarla, las sonrisas abundaron y los tonos coloridos volvieron a mí, mas nunca llegaron a la plenitud que alguna vez les conocí. Y no existió un solo día en que sintiese la inconsistencia de esa vida, como algo únicamente transitorio, y nuevamente mi afán de deleznar todo lo que no trasciende me quitó el sueño.

Entonces, vino el día en el que vi a mis amigos y sentí que ya no podía aprender nada de ellos, y me pregunté si acaso el amor al conocimiento ha sido el único motor fidedigno que ha movilizado mi vida, la soledad volvió a tomarme y todo el aprendizaje de convivencia tuvo que hacerse efectivo.

Creo que, en cierta forma, vivo saltando en el tiempo de forma impulsiva, no soporto la linealidad de la existencia y como he entendido que no puedo disponer de todo al mismo tiempo, emulo el ideal de hacerlo buscando la inmediatez de tránsito entre los escenarios que me han hecho feliz, en mi cabeza, en mi soledad y en mi introspección eso se hace real y casi tangible, y la permanencia excesiva en un solo plano, demanda inevitable al compartir con un tercero, me agota profundamente, este es el nuevo formato que mi soledad ha cogido, que no es más que un bordeado notorio de los ámbitos entre los que siempre ha crecido.

Convivir


Si acaso pudiese llevarte a mis viejos días como quien te toma de la mano y te lleva a un desconocido bosque, de forma misteriosa, arrebatada, sin espacio a la expectación, pero sabiendo que es posible, ¿Crees acaso que no lo haría?, tu mera observación ante ellos separaría definitivamente mi unicidad de mi soledad, que tan enlazadas las ha dejado el tiempo a fuerza de no conocer quien tenga una vida con la que pueda comprenderme, sin lugar al juicio ni la especulación, y que por primera vez he visto desunirse cuando hemos puesto nuestras manos sobre la espalda del otro.

Sobre piezas y puzles

Manuel De Cisneros - Campo Eterno - http://manueldecisneros.com/?attachment_id=21

De mano con tu llegada a mi  vida, retornó a ella ese viejo candor con el que solía dirigirla, casi con plena certeza de estar haciendo lo correcto en todo momento, y por ende sin necesidad de exigir más que cosas buenas y fundamentalmente a mí mismo.

Cesó, por bondad de tus miradas, el caos que reinaba en el punto que construye mi ser, ahí donde converge la pasión y el raciocinio, alcanzándose un consenso pleno, ambos reinos querían dirigirse hacia el mismo camino, y ese camino trascendía de lo tangible, rehuía de lo mundano, se ubicaba en lo profundo de tus ojos y más allá de tu voz, en la concepción de tus palabras.

Así, aquello que fue un total desorden, donde las piezas se confundían y nada podía ser enlazado, se convirtió en un vasto campo de eternos pastizales y frutos infinitos, con el murmullo del viento y un relato de paz constante desde el cielo, empecé a conocer y reconocer las piezas que había extraviado.        

      
“…si haces que pierda mis piezas nuevamente,  harás que no quiera volver a juntarlas…”