Ella era una idea desde la cual nacían todos mis
pensamientos, sin poder abrazarla, y en la cual descansaba mis esperanzas,
añorando apoyarme en sus hombros, mi mundo se veía distinto desde ella, y
parecía más amable, luz que se apagaba cuando ya no podía verla, más allá de
mis ojos, si dejaba de visualizarla en mi intelecto.
Ella era una idea similar a aquellas que forman las creencias de la infancia, a las que jamás se renuncia, por lo que en ella pensé
suficiente como para saber hasta dónde podría entenderla (y no era suficiente).