¿Puede ser que el querer algo o a alguien nos cambie tanto y tan profundamente? Después de pensar en ello, creo que será imposible volver a los días en los que sin haber vivido ciertas distancias y alejamientos me consideraba más calmo, más frío, más desinteresado, pero que extrañamente me hacían menos tendiente a ser feliz y disfrutar de las cosas sencillas que traía el día a día, no veo por qué habría de volver a una versión mucho menos viva de mi persona.
martes, 21 de julio de 2020
Estado actual III
¿Puede ser que el querer algo o a alguien nos cambie tanto y tan profundamente? Después de pensar en ello, creo que será imposible volver a los días en los que sin haber vivido ciertas distancias y alejamientos me consideraba más calmo, más frío, más desinteresado, pero que extrañamente me hacían menos tendiente a ser feliz y disfrutar de las cosas sencillas que traía el día a día, no veo por qué habría de volver a una versión mucho menos viva de mi persona.
Frío, anhelos y esperanza
Recuerdo y presente
viernes, 10 de julio de 2020
Luna de primavera y nubes que pasaron
¿Cómo veía el cielo en aquel entonces? Siendo plena primavera, la luna nocturna lucía ya con cierta claridad, al punto que me sorprendía cada vez que caminando de vuelta a casa podíamos mirarla, detenernos y sonreír un poco, ocultando el deseo de abrazarnos, hasta que alguna nube pasajera volvía aquella luz borrosa, dejándome una leve sensación de pérdida que me acompañaba hasta la oscuridad de mi habitación justo antes de dormir.
Esas caminatas, que tuvieron sus pausas, sus ausencias y su retorno, me traen el deseo de volver a reír y divertirme como en aquel entonces, si pienso en eso, tiene sentido decir que aquel verano tomó la forma de una libertad permanente y recuperar la alegría de la infancia sin sentir nostalgia o requerir la inocencia que hacía años había perdido.
Esa alegría de descubrir algo nuevo día a día, esa candidez de hacer las cosas solo por querer sentirse bien y hacer reír a alguien amado, colmándome solo de aquello que puede ser compartido, entendí que habían sido parte de mi y solo se habían adormecido en una época de soledad.
Ya fuese por aquella voz amable llamando a mi nombre, una sonrisa cálida que me daba la bienvenida a casa o el simple hecho de saber que estaría cerca, pero esos días me parecen lejanos e incluso ajenos, como parte de un sueño o una pausa que se fue junto a la nubosidad de aquella primavera, arrastradas por el viento, por el tiempo inevitable que trajo raudo el adiós del verano.
El otoño pasó y apenas pude ver sus hojas caer, de pronto me había quitado muchas cosas, y llegó el invierno.
Aquel otoño trajo muchas despedidas prematuras, el adiós de personas, ideas, emociones y hábitos que se parecían a la felicidad, me entregó el entendimiento de lo que es imposible y lo ubicó por sobre cualquier otro pensamiento, luego, llegué a sentir que nada de lo que recordaba lo había vivido de verdad, o bien, que había estado sujeto a mi percepción más que a lo que realmente había pasado.
Durante años intenté entender la diferencia entre aquello que no podía cambiar, y que por tanto solo debía aceptar, y lo contrario, sin embargo, me faltaba saber que el poder hacer algo no implica que tenga que ser hecho, y por eso no me esforcé frente a hechos que me parecieron injustos, incorrectos o que derechamente no estaba bien: Porque a veces entregar esa libertad a los sucesos y las personas es la única manera de ver la verdadera naturaleza de estas, y porque contando con esa información supe un poco mejor qué cercanías mantener y qué distancias tomar.
Si volviésemos a esos días brillantes, a esas salidas espontáneas y esas risas sin retorno, ¿Volvería a disfrutarlas aún sabiendo cuál sería su final, abrupto y no explicado? No lo sé, si pudiese llorar tal vez traería parte de eso, podría ser más honesto, pero salvo eso, creo que nada cambiaría, un ser amado no es algo que puedas obtener solo con desearlo, ni que puedas perder porque alguien intente alejarlo.