domingo, 28 de junio de 2020

Generosidad


Mi padre, en un dejo de tristeza y resignación que de niño jamás fui incapaz de entender (aunque lo notaba) solía decir que “La mucha generosidad causa desprecio”, lo decía como cautivo de su propia naturaleza generosa, y en eso me hice adulto y comencé a entenderlo, cuando comprendí lo que era realmente la generosidad.

Siempre entendí que la generosidad era la capacidad de entregar desinteresadamente lo que uno tiene al otro, compartir lo propio aún si se trata de algo que uno mismo le hace falta.

A medida que descubrí eso, descubrí también que era normal que al acostumbrar a alguien a entregarle algo tangible, cualquier bien material, esto dejaba de ser un mérito y se convertía en una obligación, y pensé que había entendido a mi padre.

Luego, aprendí que la generosidad era también compartir el propio tiempo, escuchar, aconsejar, acompañar, estar pendiente, pensar en la otra persona incluso cuando se está solo, preocuparse y hasta afligirse junto a los pesares de alguien más, cuando noté que al entregar esto incondicionalmente llegaba a ser poco valioso, pensé que había entendido a mi padre.

Luego, aprendí que la generosidad era también entregar lo mejor de uno, la paciencia, el buen humor, la bondad, los talentos al servicio de la felicidad de otro, el querer compartir lo que uno hace bien, y lo que a uno lo hace feliz, cuando descubrí que esto dejaba de ser comprendido como un regalo cuando se hacía con frecuencia, llegué a entender realmente a mi padre.

Ahora, quisiera llegar hasta ahí, y no encontrarme con otra verdad igual de dolorosa, ya fue suficiente.

Aquello que no quisiera creer


En lo poco que quedaba de mi persona ingenua, confiada e inocente, guardaba la esperanza de que encontrando un lugar donde todas las cosas que hiciera me mantuviesen a gusto, podría sentirme suficientemente tranquilo como para poder elegir con calma cómo seguir adelante, pero no fue así.

En el momento en el que sentí que había alcanzado la plenitud de una forma de entender la vida, sentí la necesidad urgente de salir de ahí y seguir explorando, como si estuviese desperdiciando mis días, y fue la irrupción de sentimientos como el amor y la amistad los que me hicieron sentir que podía quedarme un poco más, aunque ahora me pregunto para qué.

Creo que la idea fija de dejar todo atrás y volver a partir de cero con mi vida es un síntoma inequívoco de que todavía no he encontrado lo que estoy buscando, pero, ¿He estado realmente buscando algo? Probablemente no, o al menos no de forma concreta y personificada, ya que siempre me he negado a alojar mis aspiraciones en un lugar, una actividad, una persona o algún tipo de relación, y siempre he considerado que mi búsqueda se debe basar en alcanzar una forma de mi persona que sea capaz de ser feliz de la manera más sencilla posible.

Puede que sea eso, o que en el fondo tenga el temor de que de buscar algo concreto, como podría ser una persona, nunca encuentre nada, finalmente, no tiene sentido buscar algo en lo que no se cree, como podría ser el respeto o el amor recíproco.

He llegado a sentir que gran parte de las cosas que he vivido hasta ahora han sido pasajeras, olvidables y por tanto intrascendentes, lo que tampoco es del todo cierto, pero se han vuelto algo así cuando a lo largo del tiempo no han sido capaces de demostrar que sean perdurables por su propia naturaleza, y en el caso de muchas personas que he llegado a conocer, por la nula garantía o interés de quedarse realmente a mi lado, y por tanto, ¿Por qué debería esperar que así fuese?

Tal vez me bastaría con un lugar lo suficientemente tranquilo como para alojar personas que no tengan interés en hacer un juicio permanente y sí en aprender a aceptar, que respeten lo que llegue a hacer, no hacer, sentir o no sentir, y a través de eso, respeten a mi propia persona. Hay formas y actos que describen perfectamente lo que uno es, cualquier falta de respeto o burla a ellos es a fin de cuentas una burla directa a la persona, ¿Por qué debería uno aceptarlo? Pero a su vez, ¿Por qué debería uno tener que explicar algo tan básico como el respeto por los sentimientos del otro?

O tal vez solo me bastaría con entender por qué las personas manejan tan bien el arte de la cercanía y la distancia, a veces siento que actúan solo pensando en la conveniencia propia, acercándose cuando se les antoja y alejándose cuando les parece conveniente, sin tener un mínimo miramiento por los sentimientos del otro, pensando siempre en subsanar la propia soledad, de forma autocomplaciente y para expiar algún sentimiento de culpa.

Ah, quizás mis ganas de volver a reiniciar mi vida tengan que ver también con todo esto.

Pensándolo profundamente me ha costado mucho dormir durante los últimos meses, no se me hace raro irme a la cama con un dejo de tristeza o nostalgia, pero estar enojado debe ser la peor instancia para descansar.

jueves, 25 de junio de 2020

Aquello que no es suficiente


Aceptar menos de lo que quieres finalmente te lleva a recibir menos de lo que mereces, habiendo tenido esto en mente desde hace años, llegué a realmente entenderlo en el último cuando, impulsado por circunstancias que apenas lograba dimensionar, noté que muchas veces me negaba dejar en claro qué es lo que quería por miedo a finalmente no recibir nada, pero que cuando lo hice, esa nada era mucho mejor que un escenario en el cual tuviese menos de lo que esperaba, menos de lo que quería, menos de lo que merecía y mucho menos de lo que me haría sentir tranquilo y conforme.

Si pudiera volver a andar gran parte del camino que me ha traído hasta acá, no sería capaz de asegurar que haría todo tal cual, que ocuparía mis pensamientos de la misma manera ni compartiría lo que es mío con la misma disposición, probablemente el tiempo a solas y el tiempo compartido tendrían una lógica muy distinta. Aunque tengo claro que hacer esto me quitaría todo el aprendizaje, y eso me llevaría a cometer los mismos errores, incluso sabiendo eso, me gustaría hacer algo por las veces en que no me sentí lo suficientemente inteligente.

Tengo la sensación de extrañar desde la distancia días que nunca van a volver, no lo harán porque quienes participaron ya se han ido, incluyendo a quién era yo en ese entonces, porque no tiene sentido pasar por caminos de los que ya no hay nada que obtener, porque ya no puedo ver el mundo con esos ojos, porque a veces creo que era la única persona que consideraba esos días algo tan especial, porque en algunos de esos días acepté menos de lo que quería, y luego de todo ello, no estoy dispuesto a sentirme estúpido nuevamente.

Hay sentimientos que no alcanzan, ni a completar la propia felicidad al ser recibidos ni a tocar el corazón de la persona para los cuales han nacido, y son estos los que a su simple paso nos quitan entendimiento y luego certezas sobre la vida, sobre lo que se desea y lo que realmente se llega a obtener.

Se habrá terminado

En días de lluvia que vendrá
en días de tormentas como esta
¿Te quedarías conmigo?
pues eso hubiese querido.

Si no lo haces, estará bien
pero entonces no querré otra cosa.
¿Te quedarías conmigo?
si no lo haces me habré rendido.

Lo que quiera será lo mismo
bien si llueve y te vas
o en la tormenta te quedas
aunque no vuelva a decirlo.

En días de lluvia que vendrá
tal vez piense en que te has ido
y cuando el sol vuelva a la carga
si vuelves habré partido.

Pero no digas que no dije
lo que anhelaba contigo
sabiendo bien que te quise
sé también lo que he querido.

Lo que he querido pensé
pensé para poder decirlo
y luego al decirlo descansé
y ya no quiero revivirlo.

lunes, 22 de junio de 2020

Aprendizaje, amor, amistad y separación

Equivocarse va mucho más allá de errar en las consideraciones que uno tiene frente a un suceso, a veces significa un análisis errado frente a cosas que no han sucedido. No había terminado de comprenderlo pero se me hizo fácil al notar una sonrisa al frente mío, una que me arrancó impulsos de alegría y vida en un momento en el que me había alejado completamente de esas ideas, fue la primera vez en más de cien días que me sentía realmente vivo, y que volvía a tener interés en lo que estaba frente a mis ojos.

Entendí que yo no podía adivinar del todo cómo reaccionaría frente a cosas que no habían pasado, que no tenía cómo saber lo que pasaría apenas cinco minutos después de dónde estaba, y que por tanto las emociones que me traería el futuro no estaban acotadas a las alegrías o el dolor que ya hubiese vivido.

Cuando la vi, yo ya había aprendido a desconfiar y tenía la determinación de ocupar esa idea como una forma de relacionarme frente a otros, pero esa idea también se cayó a pedazos al entrar en contacto con ella y la delicadeza de su trato descuidado, negarme a percibir esas cosas suponía negarme a percibir el propio mundo y lo real, y entonces entendí que la idea de encerrarme en mi persona era el camino directo a no entender la realidad, y no quería eso.

Mi concepción de lo que es la bondad, la inocencia, la maldad y la torpeza se vieron trastocados como cada vez que conoces a una persona que despierta tus emociones y te genera cercanía, pero a diferencia de otras veces, no era capaz de llegar a nuevas conclusiones, salvo el que no podía buscar certezas en algo tan variable como el comportamiento humano, diría que me llevó a renunciar al intentar entender cada cosa, y a aceptar que el amor, el cariño y la amistad se basan en aceptar esa incertidumbre, incluso si nos causa más daño y dolor.

Yo, que hacía tiempo atrás había considerado que el aprendizaje ya no era suficiente recompensa luego de conocer a alguien y no era consuelo suficiente cuando alguien se iba de mi vida, confirmé que ese era mi más sincero deseo, y que por más que esté acostumbrado a perder o ver marcharse a personas que amo, no es algo que quiera vivir más, pero a su vez me di cuenta de que me falta demasiado por aprender,  y que por tanto va a seguir sucediendo, y como una constatación de hecho, no estará ni bien ni mal, simplemente será.

La primavera, sus colores y risas



Eran tardes que llegaban algo más rápido que en invierno y a veces tan cálidas como en el propio verano. Aquella primavera me entregaba numerosas preguntas y mucho tiempo para caminar y pensar, y luego me encontraba con ella al lado mío, llena de vida, con una sonrisa permanente, mostrando alegría en cada parte de su rostro y en lo inmediato de su mirada, entonces no existía pesar alguno que pudiese evitar que me riera sin parar.

Siendo imposible saber exactamente lo que había acontecido en su vida apenas cinco minutos antes de verla, no podía dejar de suponer que la alegría con la que le encontraba venía de verme, pues yo me sentía especialmente contento de verla.

Ella se veía mejor que todos incluso en los días más dolorosos, justo ahí donde todos mostraban hastío e incluso desazón, ella chispeaba tanta vida como para saltar a la par mía, ella era lo que yo llamaba compañía, y se fue convirtiendo en lo que llamaría compañera.

Esa primavera, y parte del verano que trajo, se convirtieron en un recuerdo lejano muy parecido a la felicidad, una felicidad desprendida de mi infancia y aún así tan limpia y sincera como lo sería una alegría de mis primeros años, probablemente, porque estaba descubriendo una parte de la vida que apenas sabía que existía.

Viviendo vidas que se empiezan a recorrer distantes y se alejan constantemente, la extraño tanto como para estar dispuesto a deshacer parte del camino andado con tal de verla una vez más o escuchar su risa resonando junto a la mía, pero me imagino que estos pensamientos llegan justamente por saber que eso no es posible.

sábado, 13 de junio de 2020

Límite


Todo material tiene un límite de elasticidad lineal, recuerdo haberlo estudiado con detalle en la Universidad, haber experimentado con ello y haberme admirado del cómo prácticamente cualquier cuerpo podía sufrir deformaciones bajo esfuerzo y estrés, y recuperarse, y a su vez, que superado cierto límite de sobrecarga, quedaba roto y completamente inútil.

¿Cuál es el límite de sobrecarga de una persona, de sus capacidades, de sus emociones o incluso de sus principios? ¿Cuál es la alerta sobre estar acercándose a ese límite? Llevo toda una vida intentando aprender sobre eso.

Por todas las veces que he pasado noches enteras sin dormir por el enojo, la soledad, una mezcla de ambas o simplemente la decepción del género humano, por todas las veces que finalmente no he encontrado nada de lo que necesitaba, he concluido que no puedo seguir buscando para siempre, que quizás he pasado el límite de deformación, y solo quedan trazas inútiles de lo que entendía de mi propia persona.

Había pasado muchos años sin el impulso de mandar todo a la mierda y recuerdo haber deseado no volver a sentir eso jamás, pero este tipo de cosas no están siempre bajo nuestro control ni responden a nuestro deseo.

Aunque no he encontrado nada de lo que esperaba o creía necesitar, puede que en esas semanas de buscar una soledad profunda solo buscara recuperar la libertad, puede que el exceso de bondad sea una prisión para el alma.

Creo que buscar equidad en las relaciones con el otro es algo justo, creo que tiene valor y es un símbolo de valoración propia esperar lo mismo de vuelta cuando se trata a otras persona, y yo, por tanto, he determinado que estoy cansado, y que prefiero declarar por inútiles ciertos valores y principios, que llegar a un punto en el que me rompa yo mismo, y que no tiene sentido cumplir con cierta definición de bondad a cambio de nada.

miércoles, 3 de junio de 2020

Fuego y otoño


¿Qué es realmente sorprenderse? Nunca me lo había preguntado, pero lo entendí de golpe al darme cuenta de que en este mundo había una mujer, una que parecía algo completamente nuevo para mí, parecía que fuese la primera vez que conocía a una persona que viviera en mi mundo, por lo menos eso llegué a sentir. Ella fue esa parte de mí que había perdido en algún momento, y conocerla fue como reencontrar lo que había extrañado durante toda mi vida.

Cuando la vi, yo ya había vivido lo suficiente como para saber que las personas se hieren continuamente unas a otras, y por tanto, validaba mis dudas completamente, pero a su vez, descubrí que vivir sin ser capaz de confiar en nadie era equivalente a negarse a sentir amor por alguien más, es tan fácil herir y ser herido, que por lo mismo no podía lastimar a alguien cargándole culpa de mis dolores de la juventud.

Hasta ese entonces, distinguía a dos clases de personas, las que sonríen porque se sienten felices y las que sonríen para hacer ver a los demás que son felices, pero cada vez que me encontraba con ella sentía que sonreía para hacerme feliz justamente a mí, y para cuando me analicé, estaba haciendo lo mismo por ella, y entonces, apenas sin darme cuenta, estaba asumiendo que éramos felices si estábamos juntos.

Existen cosas cuya belleza radica en el simple hecho de no poder poseerlas, o mejor dicho, su belleza es justamente el hecho de no ser alcanzables, a su vez, existen cosas cuya belleza radica en su capacidad de acompañarnos permanentemente… ella era una compañía segura pero que no podría alcanzar de forma permanente, oscilaba entre dos tipos de belleza que no podían coexistir, como nosotros el uno al lado del otro.

Tengo la certeza de que no podía ser de otra forma, por eso lo único en lo que pensé al final fue en descansar, ya no había nada por lo que luchar, ni nada que intentar cambiar, aquel adiós fue lento y equívoco, pero absolutamente sin retorno, sus recuerdos se consumieron como un cigarrillo después del sexo o el último carbón de una fogata... fue un calor absurdo que cerraba algo hecho para morir.