jueves, 19 de noviembre de 2015

Limbo

El mundo le parecía hermoso desde esa ventana, que miraba de reojo mientras empapaba las manos de ella con su cabello,  cuando el día era soleado, entre sus brazos recordaba la felicidad de su infancia y el abrazo de los árboles, sentía ganas de salir a volar hacia esos puntos y sufría un poco menos por no hacerlo, a su vez, cuando el día era lluvioso, se admiraba del calor que ella podía entregarle desde sus caricias, el roce de su piel era en él refresco al sofoco de sus dolores y calor al frío de su distancia con el mundo.

Su respiración se volvía más lenta, más  calma, y su sonrisa más extensa y profunda, cada vez que pestañeaba lo hacía con mayor lentitud, y finalmente se quedaba dormido, cuando despertaba, podía mirar fijamente desde la ventana, pues no había ni brazos acogedores y manos que acariciasen, su habitación estaba vacía, siempre lo había estado, entonces, lo más bello era creer que en aquel plano intermedio entre la realidad y el sueño, donde las conciencias se mueven libremente, ya se habían encontrado tiempo atrás, y que algún día estaría seguro de estar ante ella, cuando al simple roce de su mano, despertara frente al infinito de la vida.

Turrem

…estando ella, me sentí capaz de levantar un mundo en la nada, éramos capaces de construir una red infinita de pensamientos mientras conversábamos, y casi como si nuestros momentos juntos fuesen siempre una metáfora, era ahí donde se nos hacía cómodo sentarnos que anclábamos las bases de mil ideas, creo que esta ciudad quedó llena de ellas, y creo que a pesar de los años que han pasado, no dejaría de sorprenderme si me parase en alguno de esos puntos y levantara la cabeza, si acaso ambos disfrutamos de la misma manera de aquellas conversaciones, de cada una de esas palabras…

sábado, 14 de noviembre de 2015

Duplex mors stimulus [I]

Cuando supo Izkodar de la necesidad de volver al reino de su desaparecido padre, sintió una egoísta alegría ante la posibilidad de reencontrarse con el jardín que se escondía tras la casa gubernamental,  en el cual habitaban casi en forma silvestre las rosas de doble espina, las mismas por las que sentía una fascinación inentendible desde pequeño, casi con la certeza de que en ellas yacía un secreto sobre sí mismo.

Llamábase rosa de doble espina y se prestaba para confusión, puesto que más bien no tenía espinas, la prolongación del tallo era tal, que de cada aguijón surgían dos puntas, también medía una vez y media lo que una rosa ordinaria, esa era la flor que a Izkodar robaba la razón.

Ya hemos hablado de la compañía de la que se había hecho Izkodar, y con ello, de Dhakiala, pues cuando sintió alegría de reecontrarse con el jardín de su infancia, lo hizo por ella, el contexto era tal, que desde hacía un tiempo no podía sino pensar en reunir aquella flor con aquella mujer, como queriendo ver qué espectáculo sería enlazar las dos visiones que más habían capturado su razón desde que tuviese conciencia.

-Es exuberantemente hermosa, enorme, y su tallo crece de tal manera que si lo desease, podría dañarnos a ambos en un mismo instante, desde el mismo aguijón y por el simple hecho de ser como es, y sin embargo, tengo la seguridad de que nadie tiene mayor experticia que la mía para tomarla, puesto que desde niño sentí que debía prepararme para ello.

Eso se repetía Izkodar desde un tiempo, y luego cerraba:

-Justo así es la fuerza que nos une.

En esta vida, hay fundamentalmente dos tipos de miradas lejanas en las personas,  están las de aquellos menos afortunados, que aun estando entre nosotros, nunca terminan de entender realmente que forman parte de este mundo, viven en búsqueda permanente de lo que está frente a sus ojos y en cierta forma van un par de pasos por detrás del resto, existen, sin embargo, algunos pocos cuya mirada se vuelve distante cuando su realidad tangible les es del todo comprensible, y ha sido escudriñada a tal grado que ya están en búsqueda de lo futuro y lo ficticio, y a esta clase es a la que pertenecía la mirada de Izkodar, no era raro que las gentes del pueblo le acusaran de arrogancia, o de ignorar las conversaciones de las que se le quería hacer parte; lo cierto es que nunca perdía detalle alguno, pero tal vez por lo mismo nunca se interesó en realizar contestación alguna.

Entendiendo cómo miraba Izkodar en su vida diaria, queda claro que la única vez en que sus ojos se dedicaban a estar plenos en este plano, con la alegría del que observa algo que le fascina y de lo cual no cesa de aprender, se daba cuando Dhakiala requería de su atención, se sonreía de sólo mirarla dar vueltas por ahí. 

Draco I

Posa detrás de mí el gran dragón su silueta,
que me llama a sí desde su aleteo profundo,
profunda también es su mirada que me reta,
a dormir en su lomo y olvidar el mundo.

Y parto entre sus alas que de aquí me alejan,
haciendo cualquier visión tangible diminuta,
suavemente y por virtud mis dolores se alejan,
mientras felizmente disfruto aquella ruta.

Mitiga ir a su reino incluso las ausencias,
y el gran dragón cantándome se marcha,
y queda en mí el silencio nunca dicho,
de gratitud que el tiempo nunca mancha.

Y la soledad que antaño plantó ante mí barrotes,
se fragua con ellos ante mi aliento draconiano,
que de donde vivo han venido a mi sus dotes,
y ha pasado una vida hasta volverme anciano.

Y cuando siento con fuerza en mis espaldas mis alas,
miro al cielo que rodea el cielo al que me han traído,
y en su búsqueda me lanzo, hacia sus nubes ralas,
y al tocarlas me despierto, me acecha el olvido.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Praeda Fugacior

Escondida en el silencio que tantas veces esgrimes
te escucho caminar por donde las palabras no llegan,
y es como si el mundo lentamente dormitara,
como si de toda quietud fluyente fueses tu la fuente.

Te quedas calma, como un pétalo antes de la lluvia,
previa a la agitación del arrobamiento a lo bello,
y yo me agito, como la lluvia antes de tocar el suelo,
previo a tu paz profunda que me limpia de la efluvia.

Y en ese compás recíproco danzan nuestros sentidos,
sin tocarse apenas, apenas también se alejan,
vuelven a mí de mil puntos sentimientos perdidos,
parten de mí a otros lares dolores que me aquejan.

Entonces, cuando mi ansiedad viaja hacia la paz,
y tu paz danzante en escarceo también se torna,
busco estrecharte a fuego hacia mi pecho,
desvaneces, te llevan las brisas riendo con sorna.

Confessio

¿Qué?, ¿Por qué he reducido mis palabras?, me imagino que abiertamente te haces esas preguntas mientras, y por lo mismo, creo que no podré responderte exactamente, y, sin embargo, te diré algo que generará en ti misma la respuesta, todas las dudas se mitigan, se responden y se bastan en ese viejo piano que conocí ayer.

Posaste sobre él tus manos con una soltura que me dejó absorto a tu figura, y mientras tus ojos miraban ese cuerpo fijamente, mis sentidos fueron capturados de un repente, tus manos, ahora danzantes, pasaban de un punto a otro levantando melodías para mí ininteligibles en ese preciso momento en que la calma se me había ido, y me parecieron tan puras tu manos, y  la belleza que entregaban, y tan hermosa tu frente, y la inteligencia que ella albergaba, que sentí profano mi deseo de tomar a las unas y besar a la otra. Sentí, sinceramente, una profunda distancia entre nosotros.

Me cayeron de forma copiosa las preguntas que me han tenido profundamente confundido, ¿Cómo ves realmente este  mundo?, ¡Y qué importa!, ¿Cómo lo sientes?, ¿Sientes también ese aroma que posa la alegría venidera sobre nosotros cuando estamos siendo felices?, ¿O el frío que toma el aire de nuestras almas cuando habremos de perder algo?, ¿Notas también esas pequeñeces en las que suelo perderme?.

Y es que, si acaso tu cabeza divaga por planos complejos y profundos, como lo hace la mía, ¿Podríamos viajar de un punto a otro por fin acompañados?, no tienes idea de cuánto he buscado en alguien esa dulce sensibilidad que muestras cuando estás creando algo, o cuando las yemas de tus dedos acarician este mundo, desde la flor más silvestre hasta tu piel propia, me he dado cuenta de que apenas comprendo el misterio de tus manos.

Entonces, viene el pie de mi respuesta, ¿Sabes por qué me he parado en un punto de silencio?, porque la distancia que sentí ese día se debía a comprender las profundas diferencias de niveles entre ambos, fue entender que estaba menos cerca de ti de lo que creía, en cuyo caso, por el mero hecho de lograr saberlo, ¿Tendría la capacidad de superar dicho escollo con los mismos talentos que estoy usando?, ¿No sería eso hermoso?. 

Spatha

Al tener la visión de que la pequeñez de tu espalda,
cubre aún ahora un lugar en el que habré de transitar,
siento a esta dimensión profunda pertenencia,
y el deseo de abrazarla si la tarde viene a cerrar.

Esas palabras que me dices con cierta prisa,
que como giros suaves tejen una honesta mentira,
son las mismas que repito con una leve sonrisa,
que se esconde detrás de cada despedida.

Cuando pienso en el cielo amplio y tan profundo,
pienso también en las veces que he cruzado tu mirada,
y esa sensación de infinito campo fecundo,
llama a la mía, de vacíos tan cansada.

Y por todas las veces que te has reído,
lejos de mi vida o justo aquí a mi lado,
siento la  alegría de un mundo que despierta,
que no conoceré más una luz tan cierta.

Se marcha tu espalda y no quiero despedirte,
ni aún por el placer de volver a saludarte,
crece en mí el deseo de que no hayan más partidas,
¿Busca acaso alguien el adiós de la mujer querida?.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Estela

Creo que todo comenzó el día que volví a ver las estrellas, aunque siempre las miraba, porque comprendí que vivíamos debajo de ellas, irrenunciablemente, incluso antes de ser nosotros al conocernos, incluso después de las distancias que la vida marca…

Vienes a ser, desde el primer segundo,
como el juego de los arbustos en sus horas,
y el mar que sopla cuando se amanece,
el lago y su aroma al anochecer, profundo.

Y me pareces por la mañana una flor en rocío,
cuando agachada fijas en algo tus ojos,
mas te levantas pronto con ellos al cielo,
y tus ideas viajan a este mundo, sin despojos.

Pues eres a mí, que siempre dormí junto a los bosques,
lo más parecido al verde de este mundo,
puedo cerrar mis ojos entre ti trenzado,
puesto que mis sueños no rehúyen de tus brazos.

Sí, será tu piel entonces la tierra muelle,
donde enraizar cada atisbo natural de mi,
e iremos entonces siempre acompañados,
donde el cielo está en permanente carmesí.