martes, 16 de agosto de 2016

A

                Khobi levantó la cabeza lentamente, como quien despierta de una larga noche de sueño al ser tocado por la luz del sol, con los sentidos deshabituados a lo que estaba al frente de él, o más bien, con su cuerpo sabiéndose frente a algo completamente nuevo.
                A medida que sus ojos se levantaron, una silueta tosca y frondosa fue tomando la forma de un árbol gigante, que le excedía en toda proporción, con raíces fuertes y profundas que parecían flotar a la vez que adentrarse en suelo que pisaba, y ramas gigantescas de todos los colores creíbles, aladas en hojas verdes y profundas como el océano turco,  una mirada acelerada hubiese hecho creer al observador que aquel árbol parpadeaba emanando una luz blanca desde sí misma, sin embargo, Khobi logró observar que desde cada rama crecía una especie de guirnalda blanca que se trenzaba sobre cada parte del árbol, llegaba a sus extremos y se difuminaba como consumida por un fuego invisible, para luego volver a nacer, este cuerpo que nacía y renacía emanaba una luz más pura que cualquier cosa que Khobi hubiese conocido, y despedía una melodía y un aroma que eran uno en sí.

Ante semejante espectáculo, se vio sobrecogido al grado de tomar entre su mano la mano de Zmara y suspirar lánguidamente:

-¿Ha estado esto siempre aquí?
- Tal vez sí, tal vez no, lo desconozco y lo que dijese sería una mentira, solo sé que nunca le había visto…

                Antes de Zmara haber terminado siquiera su respuesta, vio a Kobi acercarse al árbol para abrazarlo fuertemente, y, sin haber soltado su mano, invitarle a hacerlo igualmente.

-Este será nuestro árbol, ¿Vale?
-Khobi, no puedes tomar aquello que te gusta simplemente porque te gusta.
-Pero, ¿Acaso no lo habías visto nunca?, entonces, de seguro nadie más lo ha visto tampoco.
-Vale, pero no es como si eso te diese derecho sobre él.
-Como yo lo veo, como yo le siento, estoy seguro que es primera vez que alguien le percibe así, y al menos este momento, este momento de él mismo será únicamente nuestro, y le cuidaremos desde ahora, y le visitaremos.
-Hey, me tengo que marchar…

                Khobi se quedó mudo, porque si acaso hubiese terminado de cerrar su idea habría logrado despedirse de su tan querida compañera, pero eso fue todo menos posible, cuando giró su cabeza mientras pestañeaba para pedir un por qué sólo se encontró con el aire, justo ahí donde había habido compañía, y además de eso, una extraña aflicción rodeó sus pensamientos como cargándole el pecho, de modo que dando pasos titubeantes se alejó del lugar hasta perder de vista el árbol y luz alguna que este pudiese entregarle.
                Tan centrado estuvo en sus pasos y en alejarse, que cuando levantó la cabeza se vio frente a un campo gigantesco de verde degradado, cuando más alejaba la vista de donde venía, menos verde y más decolorado se volvía el paisaje, y la alfombra de amistoso pasto pasaba a parecer cruda e inerte arena.
                Khobi se sentó un tiempo en ese confuso panorama mientras miraba el cielo, y tanto le observó que pasó desde conocer la luz de su día a conocer los destellos perdidos del cielo por las noches, y durmió lánguidamente esperando sentir el deseo de ir a algún lado, mas se despertó con el mismo deseo que lo había llevado a los sueños, y se quedó ahí respirando el pasto como queriendo sacar de él alguna respuesta, pero el silencio de éste solo aportó a aumentar el eco de su ayer vivido.