Aún cuando ninguna de las personas que, al menos supongo,
estaría dispuesta a hacer algo al respecto, tiene el poder o trascendencia para
ello, al menos de forma directa, no puedo dejar de preguntarme por qué debo enfrentar un dolor tan grande y extenuante en el tiempo, que parece
ser una eternidad tras otra, completamente solo.
En el preciso momento que la noche conoce el amanecer,
mientras permanezco en vigilia, suelo decirme en voz alta “es muy tarde”,
tratando de convencerme de que hago referencia a las alturas del día, como si
eso fuese a cambiar las cosas.
El equivocar en la magnitud y forma de apoyarse en alguno de
los pilares que se ha elegido en la vida, implica el riesgo de que esta se
desplome aceleradamente, después de todo, no se puede quitar las bases de algo
y pretender que se mantenga en pie, y la necesidad de reconstruir todo desde
cero deja de ser una exageración. Aferrarse a algo irracionalmente puede
incapacitarnos por muchísimo tiempo.
Arrasar, dividir, devorar, no dejar rastro alguno y
marcharse a un mundo donde todo sea nuevo, diseñar desde mis ojos un universo
distinto a cualquiera en el haya elegido vivir, donde aquellos pensamientos que
no han arribado encuentren buen puerto, y donde el océano sea suficientemente
grande para hundir aquellos que me han estado ahogando desde hace años, pero
con diferencia de cualquier proceso previo y remotamente similar, con un espacio
para quien busque encontrarme.
Para una persona que ha odiado la humanidad desde lo más
profundo de su ser, que ha detestado la compañía y la voz de cualquier otro ser
humano, que ha maldecido cada oportunidad que le ha obligado a intercambiar
palabras más allá de lo estrictamente necesario, que se ha negado durante años
a pedir la ayuda de otra persona, y que, sin embargo, ha vivido toda esa etapa,
sofocante en imágenes grises, deseando completa felicidad para cada quien,
trabajando por no arruinar la vida de nadie, y la ha cerrado, para luego
vivir deseando ayudar a todos quienes le rodean, olvidándose por completo del
pesar que aprisiona su sonrisa, intentando todo sinceramente, debiese haber un momento de descanso.
"…le perseguí con la ansiedad del que anhela el claro de luna
en plena media noche, dando pasos fatuos sin creer en el mañana, para encontrar
aquella luz, como el hilo blanco que une cada río a su montaña, como el velo del ángel intangible, para encontrar
un amanecer en medio de los jardines del olvido, donde las hojas son siempre
otoño…"