viernes, 31 de diciembre de 2021

Canciones para un mundo vacío

Volví a encontrar el éxtasis de pequeñas cosas, el de sentir aquellas alegrías más comunes, justamente porque ya no esperaba que esas alegrías fuesen comunes para mí.

Si cada cosa tuviese un sentido, y fuésemos capaz de entenderlo, podríamos soportar siempre grandes cuotas de dolor, y aun así creo que el dolor más grande lo he tenido cuando la tristeza y el pesar no parecen tener ninguna significancia o verdadero objetivo, no todo es una lección, a veces simplemente fracasamos.

El sentido se forja, no se encuentra, así como la identidad se construye, no se descubre, y si bien nada de esto hace que lo malo se convierta en algo bueno, ni siquiera que deje de ser, puede ayudarnos a entender que incluso el más profundo dolor puede ser preciado, y atesorarse como algo que nos convierte en una versión de nosotros mismos que ha logrado superarlo.

Sin embargo, todo este ejercicio de significancias muchas veces escapa del código del lenguaje y solo logro completarlo a través de la música, tanto más triste ha sido una época, tantas más canciones he llegado a escuchar, y en eso, atesoro algunas melodías que me recuerdan una felicidad profunda y sencilla.

Ahora bien, ¿Qué melodías suponen acompañar la época posterior a pérdidas tan profundas que abarcan incluso la esperanza de importancia y significado? Si bien perder a una persona amada, o la ilusión del amor por alguien, de un formato de vida o una etapa de plenitud, la pérdida de esperanza sobre valores como la real empatía o incluso el sentido de importancia de algunas relaciones, amistades o la vida misma son una forma de dejar caer una carga, traen consigo un gran vacío.

Mientras me pregunto cuál será la música que acompañe este mundo vacío, me asombro del hecho de preocuparme de algo tan propio de una persona mentalmente sana, mientras que hace exactamente un año apenas podía preocuparme sobre mi capacidad de dormir por la noche, cuando la ansiedad lograba pasarme por encima.

Y así, mientras intento forjar sentido y construir mi identidad, mientras observo algunas mejorías, sigo buscando canciones para un mundo vacío.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Estado Actual VIII: Vidas, cambios y ser el mismo


“Ser pasajero es vivir; permanecer sin continuar es morir”

"Resistirse al cambio, tratar de aferrarse a la vida, es, pues, como retener el aliento: si persistes, te matas"

Alan Watts. (1987). La Sabiduría de la Inseguridad.

Había decidido en algún momento que aceptaría todos los aspectos de mi vida como meros instantes, donde todo sería pasajero, renunciando al impulso de preferir lo estático y buscar solo aquellas experiencias que ofrecieran algo permanente. Hace muchos años atrás, cuando no entendía nada de lo que creía saber, tuve también el impulso de validar solo las cosas que eran trascendentes, sin saber que solo estaba juzgando a priori, sin tener idea de lo que habría de tener largo alcance en mi vida.

Y fue justamente al abrirme plenamente a aquello que pudiese ser pasajero que experimenté las vivencias que volvieron a trascenderme tanto como para constituir la mayor plenitud, felicidad y significado que recuerde desde mi época de infancia, justo cuando dejé de buscar las grandes respuestas es que empecé a encontrarlas, y casi como movilizado por la misma ironía, cuando empecé a desear que eso dejara de ser pasajero y me acompañara por siempre, empecé a perderlo. De pronto ya no tenía ni la rutina que me había marcado, ni a las personas de esos días con la frecuencia que hubiese querido, y me quedó solo una construcción basada en recuerdos.

Después de un luto extendido, me sentí capaz un día de poder volver a conocer cosas, volver a aceptar lo que no es permanente (que en realidad es la vida misma) y disfrutar incluso de visitar a alguien aun sabiendo que nunca le volveré a ver, y, sin embargo, mi corazón me sigue doliendo por las cosas que querría conservar a mi lado. Desde que nacemos no dejamos de perder, nuestras familias, nuestros amigos, la juventud, las vamos perdiendo una y otra vez, y, sin embargo, no logramos acostumbrarnos a eso, lo que también es motor fundamental de nuestro potencial de felicidad.

Entre todas estas idas y venidas, no dejamos de cambiar, algunos intereses dan paso a otros, nuestras capacidades mutan y nuestras rutinas se ven afectadas, las proximidades con los otros se pierden, o se acentúan, y de golpe pareciera que estamos en una obra completamente distinta donde solo se conserva parte del elenco, algunos actores son los mismos, pero nada más.

En todas estas idas y venidas, cuando miro hacia el pasado y mis errores, lo que sufrí por ellos y lo que la gente que más amaba sufrió, me pregunto cómo es posible que aún solo por nuestras memorias, tengamos tantos deseos de abrazar y besar a alguien, o sintamos tanto la ausencia de hábitos y maneras como la forma en la que habremos de preparar el arroz.

He cambiado porque me he adaptado a las circunstancias, ser fuerte no es suficiente, y el que no se adapta perece, pero respecto a lo que es realmente importante a veces deseo traer de vuelta muchas cosas, he cambiado, aunque en cuanto a ciertos deseos, anhelos y nostalgias, sigo siendo el mismo. Y creo que la vida se trata de balancear ambas cosas.

Este era tu lugar

Este era tu lugar, sus rincones y recovecos adoptaron tu nombre, tanto que perdí la cuenta de todas las veces que te vi sentada mirando al día levantarse por las mañanas, tanto que recuerdo cada vez que cerrabas la noche mirando desde ahí, este era tu lugar, y cuando lo veía encontraba paz.

Ahora, con el verano ad-portas, si miro ahí me lleno de recuerdos que se me escapan, los encuentros fortuitos que pasaron a los encuentros buscados y las veces que esperaba verte aparecer se me hacen lejanos como una vida ajena, e importantes como si perdiera la mía si llego a olvidarlos.

El olor del polvo de esta ciudad, el viento tardío de primavera y verano, la sombra débil de algunos árboles, que no nos llegaba, las conversaciones desde la ventana, el oír en mi habitación el sonido de tu voz dando vueltas por ahí, el lugar desde donde todo surgía, aun si llego a mirarlo, incluso si lo veo, siento que ya no existe.

Los momentos, el concepto de quienes fuimos, y el amor que en lugar de morir se durmió en el tiempo y los pasados a los que no se debe ni se puede volver, me recuerdan de aquel que era tu lugar, y de cuando las calles se nos tornaban propias, de esas caminatas pausadas y nosotros tirados en un parque.

Aquella habitación era tu lugar, pero también lo fue esta ciudad. Y, sin embargo, tu no pertenecías aquí, y aunque siempre lo supe, el día que ya no estuviste fue como si ya no existiera nada de lo que conocimos juntos, la ciudad dejó de ser, y todo lo que aprendí quedó obsoleto, incluyendo lo que sabía de mí.

Este era tu lugar, pero tú no pertenecías aquí.

jueves, 14 de octubre de 2021

Querida amiga


De mi corazón, amiga, eres tan querida, aún hoy
que he cambiado lentamente y al pensarte,
no he regresado de esos días tan tranquilos
nuestros silencios, calma, y la risa desbordante.
 
Sé de los caminos que han de hacernos lejanos,
y nada de las rutas que volverían a cruzarnos,
nada sobre qué andar habría de encontrarnos,
y aún guardo el dolor de cuando nos dejamos.
 
Querida amiga, los días se me han vuelto extraños
mientras amo ver la luna a la distancia, me duele,
desde que no has vuelto, cuando no me encuentro,
desde que no he vuelto, cuando no te encuentro.
 
Te recuerdo siempre, cada momento tuyo
y continúo amando las palabras que dejamos,
mas dejaré que el viento me lleve por sus rutas,
y ya no volveré, no volveré, si no me llamas.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Tes mots

 (...) J'aimerais que tu vois à quel point tes mots ont un impact sur moi
À quel point ma vie est moins belle si tes yeux ne me regardent pas
J'aimerais pouvoir dire que je t'aime sans avoir les yeux plein d'eau
Et te voir une dernière fois, être dans tes bras et avoir chaude (...)


martes, 21 de septiembre de 2021

Nostalgia, regresos y lo que vendrá

En esa época había tomado la costumbre de volver por la noche desde el gimnasio y, luego de una ducha, tomarme un té y reflexionar mientras escuchaba música calma, era una rutina restauradora, que me daba tiempo para sanar. De pronto comencé a encontrarme con ella en algunas de esas noches, conversábamos por largo rato y luego teníamos que intentar subir sin hacer demasiado ruido, así que hacíamos el tonto jugando a ser espías, con lo de intentar no reírse, lo de no hacer ruido solía ser un fracaso. Creo que fue haciendo alguna de esas estupideces que me di cuenta de que estaba dejando atrás los dolores del pasado.

A su vez, yo había tomado la costumbre de llegar del trabajo y salir inmediatamente, o a correr, o comprar, etc. O bien, cuando el cansancio era mucho, tomaba una siesta y luego me iba al gimnasio, lo que había arruinado completamente mis hábitos de sueño. De pronto, empecé a encontrarme con uno o más amigos en la entrada de mi casa, y empecé a reemplazar esas costumbres solitarias por la compañía y mi risa escandalosa. Creo que fue durante una de esas carcajadas que me sentí nuevamente feliz.

De pronto, podía estar toda la tarde acompañado viendo un torneo de tenis, tener un ataque de risa por utilizar mal una bolsa de chocolate en polvo (para hacer un pastel sin los ingredientes correctos), o intentar decidir qué tipo infusión me tomaría antes de dormir. Tengo la claridad de esos días porque tuve una fractura de costilla y lo que más me costó fue evitar reírme.

El amor y la amistad surgen de forma espontánea y rara vez dan aviso, pero se quedan, el amor es algo serio, nos cambia la forma de ver el mundo, pero muchas veces la amistad es algo aún más serio, porque mejora nuestra forma de ver el mundo. Mis amistades son el regalo más grande que me ha dado la vida junto con mi familia más cercana, si pudiera, los abrazaría a todos cada día.

Por razón de lo mismo, fue muy difícil vivir los tiempos que siguieron, y encontrar la mayor tristeza que recuerde justamente en los lugares donde había recuperado toda mi alegría, sin embargo, como mis luces suelen vencer a mis sombras, siempre tengo la nostalgia de esos días felices y el anhelo de volver a sentirme así, independiente de los riesgos que corra, pero a su vez, lucho contra el pesar del luto no deseado por aquello que me gustaría tener todavía a mi lado.

Para poder superar a mis sombras, fue necesario que entendiera la diferencia entre la nostalgia y el luto, la nostalgia a veces sirve para entender los propios deseos, a veces nos impulsa a encontrar o recuperar aquello que da sentido a la vida e incluso a la felicidad, mientras que el luto es el entendimiento de lo que no va a volver, cierra caminos y nos indica por donde ya no podemos ni debemos intentar transitar. Se deja de sufrir cuando se ocupa la nostalgia para seguir buscando y el luto para dejar de buscar.

En el fondo, hay una parte de mí que se pregunta constantemente cómo podría compatibilizar mi apertura hacia el futuro con volver a tener algunas cosas que me hicieron profundamente feliz y me devolvieron las ganas de levantarme y hacer el día a día. Quizás hay mucho de eso que es irrecuperable, sin embargo, quiero darle continuidad a todo lo que pueda, y seguir construyendo una vida tanto como mis energías me lo permitan.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Lo que crea que es mejor

Son muy pocas las veces en que uno llega a elegir entre opciones que lo hacen igual de feliz, normalmente nuestras decisiones están más condicionadas por balancear lo mejor y lo peor de cada escenario, y quedarnos con aquello que se aleja lo más posible de lo que no queremos en nuestra vida. La vida cobra sentido solo cuando se inician suficientes aventuras a largo de la misma, algunas nos acompañan para siempre, y algunas son solo visitas fugaces, no todo tiene una razón de ser y no todo nos deja un aprendizaje, en la vida está aquello que simplemente nos abandona y hay veces en las que sencillamente fracasamos. Por eso las elecciones son complejas.

En general, hay un pesar tremendo en despedirse de algo que se ha iniciado, de una persona, de una idea, de la idea sobre una persona o simplemente de una época que nos hizo felices pero nos empieza a doler, pero aquello que no logra tomar una forma que nos siga bridando bienestar se transforma en un peso, simplemente no puede seguir en nuestro día a día.

Es imposible no esperar nada de nadie, por más que lo intente, cada cierto tiempo me toca decepcionarme. La empatía no es un bien tan común, y lo que parece obvio a mis ojos a veces es simplemente pasado por alto por otras personas, desconozco si por incapacidad o por la mera intención de no querer verlo, pero cuando esto pasa, cuando se trata de alguien importante, las decisiones se vuelven sumamente difíciles y surge la opción que jamás me hace feliz, pero que muchas veces es la mejor, que es dejar partir.

En estos momentos, en los que tengo que empezar a darle sentido a mis ideas y encontrar una forma de sentirme bien en la vida (porque la otra opción sería desistir definitivamente), tengo el pesar de las despedidas no deseadas y las verdades no esperadas, en este cansancio profundo, donde no existen los milagros, a veces miro por si algo de lo que se quedó atrás quiere volver a mi lado. Las largas caminatas, los ataques de risa en conjunto o la diversión que puede haber detrás de no hacer nada salvo mirar al cielo, la luna lejana con sus diversas formas y tamaños, los juegos de mesa, la música y las discusiones sin sentido, la alegría se va esparciendo a lo largo de la ciudad, y luego solo queda como un recuerdo.

Siento una nostalgia que no tiene fin, sin embargo, debo elegir lo que crea que es mejor.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Distancias, anhelos y realidad

Mientras más analizo mi forma de entender el mundo, más se fortalece la conclusión de que nuestra conciencia hace un esfuerzo permanente por interpretar y darle algo de forma a lo que percibe, y luego intentamos inferir lo que debería haber más allá de nuestro conocimiento. No es solo que permanentemente actuemos bajo supuestos, es que además estos supuestos se basan en meras interpretaciones, por tanto, nos vamos a equivocar todo el tiempo.

En el cielo despejado de la noche, solemos agrupar las estrellas que se ven más cercanas entre ellas, aunque esto solo se deba a que hay otras mucho más lejanas, a fin de cuentas, las estrellas que parecen cercanas entre sí están en realidad a distancias que no podemos dimensionar.

De la misma manera, siento que la cercanía que solemos sentir con alguien, o por alguien, suele deberse únicamente al contraste que su presencia genera frente a la soledad permanente de estar rodeados de desconocidos, aún así, puede que estemos equivocados, puede que nunca hayamos sido realmente tan cercanos, puede que esté mucho más solo de lo que pensaba.

A su vez, nuestro entendimiento del tiempo depende de nuestras vivencias, la felicidad siempre se marcha demasiado rápido, la tristeza siempre se queda por demasiado tiempo, la soledad se siente como una vida completa, y cuando encuentras la compañía que buscabas, ni todos los días del mundo llegan a ser suficientes.

Tenemos un conflicto permanente entre nuestras expectativas, lo que sabemos, y lo que llegamos a saber, nos decepcionamos todo el tiempo, y en eso se nos van los días. Deseo sinceramente que respecto a las cosas realmente importantes, esto deje de ser así en algún momento de mi vida, pero no espero que así sea, a fin de cuentas, no es solo que la realidad choque con mis deseos, es que mis deseos chocan con lo que puedo suponer.

No creo en los milagros, pero los espero,
y recuerdo la luz de la luna, y las palabras,
y a la persona que extraño, quien yo veía,
que quizás se durmió en mi memoria,
que ya no existe.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Estaciones y otro adiós


A pesar de no ser pocas las veces en las que he llegado a sentir que toda mi vida cobra coherencia y una mirada en perspectiva parece un relato donde todo tiene una razón de ser, esto suele intercalarse con momentos donde nada parece tener sentido, y salvo un profundo desconcierto es muy poco lo que se puede obtener de ahí, y al no poder obtener nada se acumula la tristeza.

La tristeza se acumula en todas partes, como el polvo que lo cubre todo con el paso del tiempo, con el mero hecho de vivir se va quedando entre los pliegues de la ropa de cama, en un desayuno para uno, en el historial lleno de mensajes que no importan, o en las redes sociales desalineadas de la realidad.

Lamentablemente, la tristeza se suele quedar con nosotros cuando a veces debería marcharse, y aquello de lo que deberíamos despedirnos termina quedándose. Quizás por eso las estaciones me generan una sensación de curiosidad y melancolía. En cada estación, en cada parada, tengo la idea de ver el flujo de innumerables historias y esperanzas de términos, inicios, descansos o el deseo febril de entregarse del todo por algo.

Es realmente extraño que algo que nos exija entregar todo de nosotros valga la pena, y aun así, anhelamos encontrar en nuestra vida aquello que nos genere el deseo de hacerlo. Normalmente, cuando nos equivocamos en encontrar este anhelo, recurrimos justamente a las despedidas.

Las estaciones y las despedidas hablan siempre de los viajes que terminan y los viajes que inician, de que incluso recorriendo los mismos caminos, no habremos jamás de volver, pero también hablan de los sentimientos que no alcanzan, de lo que tenemos que ir dejando para volver a avanzar.

En la soledad de las despedidas no deseadas y los paraderos desconocidos e inesperados, me quedo siempre con la sensación de idas y venidas que no valieron la pena, de aprendizajes inútiles y el deseo de no volver a pasar por ahí nunca más.

Y mientras pienso en esto y las rutas que he recorrido, sé que seguiré inútilmente anhelando encuentros y cruces de caminos, aún sabiendo que no sucederán.

martes, 29 de junio de 2021

Estado Actual VII: Recuerdos, fracasos y tranquilidad

Entre los recuerdos con los que suelo asociar mi niñez, siempre destacan los veranos en los que aprendí que la paz y la tranquilidad eran valores superiores a cualquier otro, guardo con especial cariño los minutos de silencio mirando por la ventana mientras mi familia se iba a dormir. Como mi padre era una persona silenciosa, podíamos pasar varios minutos sin hablar antes de la medianoche, y como rara vez siento sueño temprano, normalmente me quedaba mirando el bosque y escuchando el río mientras no pensaba nada en concreto.

Sin embargo, todas las veces que he recordado eso, he solido hacerlo basándome en el bienestar que surgía de todos los elementos que tenía ahí, mi juventud, mi padre, mis amigos, la naturaleza abundante, una completa desconexión del mundo (apenas tenía señal telefónica) y un ritmo de vida pausado, lejano a la prisa ansiosa que nos conduce a los excesos y el consumo.

Pero incluso así no había considerado que detrás de todo ello siempre hubo una disposción permanente que me permitía vivir esos días observándolos transcurrir libremente, jamás tenía expectativas sobre lo que iba a pasar, nunca me enfocaba en esperar algo y lo único que hacía era confiar en el permanente fluir y la capacidad de adaptarme para disfrutar de lo que viniese.

Las relaciones humanas, en cambio, rara vez están ajenas a las expectativas, cuando más compartes con alguien, cuanto más quieres a alguien, tanto más expuesto estás a esperar algo, condiciones como el enamoramiento, sentimientos como el amor o ideas como la cercanía y la amistad tampoco contribuyen a alejarse de ello.

Pero siempre que existen expectativas, llega la decepción.

De alguna manera, siempre supuse que las personas tenían la tendencia a dar lo mejor de sí durante su vida, en especial en su convivir con el otro, con el tiempo me di cuenta de que hay un sinfín de personas que están a medio camino incluso en sus relaciones interpersonales, que se dejan llevar por cosas como el egoísmo, el miedo, la envidia, una mezcla de todo ello, y desde ahí llegar a tener comportamientos que me son inentendibles.

En las expectativas, además, existe siempre un halo de esperanza, y en la esperanza siempre he sentido la presión de que aún se puede hacer un poco más, aún se puede conseguir algo mejor, aún  me puedo acercar algo más a lo que deseo, cosa que es mentira. Muy rara vez en mi vida he conseguido lo que quería, si bien he tenido algunas sorpresas gratas, me he hecho familiar de los fracasos y los resultados ingratos.

Fue precisamente pensando en ello que me di cuenta de que muchas veces recuperaba la paz luego de fracasar, una vez que llego a la conclusión lógica o emocional de que ya no hay nada más que hacer respecto a un objetivo o anhelo, puedo descansar, mi ansiedad se acaba y mi vida vuelve a aclararse, es mejor rendirse a tiempo que aceptar una derrota tardía. El fracaso a veces es muy parecido a sacarse un peso de encima, y a veces el cansancio puede doler mucho más que la pérdida de un proyecto, de un amor o la muerte de alguna idea.

Por eso, estos últimos meses de mi vida he decidido darme calma por las cosas que no he logrado y los fracasos que he vivido, nunca dejaré de odiar el fracaso, nunca dejaré de desear conseguir lo mejor de cada cosa, pero mientras pueda manejarlo como un impulso medido que viene de lo que espero únicamente de mí, y que no guarde relación alguna con lo que espere de mi entorno, probablemente recupere la calma que se transformó en un trastorno de ansiedad.

En el invierno el hielo cae todas las mañanas sobre esta ciudad, y un sol tímido se asoma apenas por algunas horas, ha sido así desde que era niño, la vida sigue, no pasa nada, quizás nada ha terminado como yo esperaba, pero ha terminado, puesto que todo se acaba, y eso puede ser una muy buena noticia entremedio de una vida llena de tantos cansancios y fatigas del querer.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Estado Actual VI: The Lonely Road

Hacía frío, en esos días hacía demasiado frío, por más que intentara abrigarme o permanecer en movimiento, llegaba en un punto en el que no podía más, en esos días me di cuenta de que más allá de lo preparados que estemos para una dificultad o cualquier tipo de realidad, el cansancio llega a tener un papel preponderante, una vez que superamos nuestra resistencia perdemos incluso todas nuestras cualidades.

A veces, la decisión más valiente está en la renuncia y el rendirse, con el tiempo, todos llegaremos a hacerlo frente a algo que amamos, algunos mirando amargamente al cielo, otros mirando hacia el horizonte y sonriendo, y lloraremos cuando el pesar sea pequeño, y cuando sea demasiado callaremos, decidiremos seguir avanzando por el camino solitario hasta encontrar otro punto de descanso y volver a sentirnos cálidos y acompañados aunque sea solo por unos instantes.

En la ciudad incluso estuvo lloviendo, había frío, humedad, silencio y soledad. Cada caminata era insuficiente a pesar de que cada paso parecía más lento e interminable que el anterior, a veces no tenía interés alguno en volver a casa, a veces no tenía impulso alguno de salir de mi habitación, ¿Qué sentido tenía de todas maneras? A lo largo el camino era idéntico al que encontraba si miraba lejos hacia atrás, el descanso estaba terminando y pronto habría de volver a andar.

Quizás no estaba tan mal que fuese así, quizás el que haya un camino de trazos solitarios no es tan grave, e incluso no es tan grave que esos trazos siempre sean mucho más extensos que los instantes de compañía, sin embargo, pensando en la intrascendencia de mucho de lo que habría de intentar, ya no quería intentar nada, eso llegó a consumirme completamente.

No hay ninguna razón, absolutamente ninguna razón para intentar o hacer más que lo que la otra persona intentaría o haría por uno. Mientras he sido capaz de mantener ese precepto, y el de brindarme segundas oportunidades a mí antes que a alguien más, he sido feliz.

A veces, cuando pienso en esos días, me pregunto si estaba viendo todo en excesiva negatividad o estaba contemplando la verdad, aunque con las consecuencias que arrastro hasta el día de hoy tengo la sensación de que vi todo tal y como era, y que por tanto el único error pudo ser creer que podía estar evaluando mal las cosas (y que podían ser distintas a lo que parecían).

El camino solitario se sigue extendiendo por más y más kilómetros, no sé si llegue a recorrerlo completamente antes de volver a sentirme agotado, si eso vuelve a pasar, en lugar de luchar inútilmente, habré de dejar que ciertas cosas mueran, e incluso mataría aquello que he amado con tal de salir adelante. Pero no debería condenarme si eso pasa, ya que tal y como decía Oscar Wilde “todos los hombres matan lo que aman, pero no todos deben morir por ello”.

lunes, 1 de marzo de 2021

Estado Actual V: Volver a vivir

Siendo honesto, todavía tengo ese recuerdo de mi último invierno normal, caminando solo por las noches de Santiago escuchando a Jeff Buckley o Aimer, ignorando el frío o la hora, y el cómo llegué al verano posterior entre noches cambiantes, escuchando Ocean Alley o Aqualina mientras me tiraba en alguna plaza o parque, o caminando acompañado hasta que me fallaran las piernas de tanto reírme.

Hace un año se cerró ese ciclo de tranquilidad y bienestar, Marzo trajo consigo una noticia decepcionante tras otra, a veces sentía que la vida me estaba cobrando los buenos momentos que el verano me había dejado, al punto de perder las ganas de vivir o volver a intentar hacerlo.

En la distancia de aquellos días puedo contemplar como todo se fue alejando, a veces luego de venirse abajo, o simplemente arrastrado por la corriente del tiempo y su indiferencia frente a los deseos de cada uno. Por los días en los que gradualmente lo sentí, y el dolor inconmensurable que me trajo, a veces sigo teniendo algo de ira contenida.

No deberíamos someternos completamente a nuestras circunstancias, si nos limitamos a definirnos por ellas no habremos hecho nada desde la plena voluntad, sin embargo, estamos tremendamente condicionados por nuestra naturaleza. Cuando algo excede nuestras capacidades no es extraño que comencemos a sufrir, pasa cada vez que queremos hacer más de lo que podemos y no somos capaces de aceptar aquello que no puede ser cambiado (la aceptación es un acto de capacidades además de voluntades).

Probablemente uno de mis grandes defectos es la facilidad con la que desprecio todo aquello que tiene un final indeseado, si fuese capaz de solo decir “Adiós y gracias por lo aprendido”, en lugar de enfocarme en concluir si algo valió la pena o no, mi vida sería mucho más fácil, en especial porque al final del día la lista de cosas que no valen la pena siempre es grande.

En estos tiempos, lejano de la ciudad en la que tomó forma mi personalidad actual y limitado entre cuarentenas e incertidumbres suelo tener el anhelo de aquellos días felices, suelo pensar en volver a esos días hasta que recuerdo el camino que tomó cada uno de sus elementos, suelo entender que con el conocimiento que tengo ahora hay muchas cosas de las que no podría disfrutar.

Andrew Solomon dice que uno de los síntomas comunes de la depresión es sentir que por fin estas viendo las cosas como realmente son, que por fin estás viendo “la verdad”, pero que no tenemos que olvidarnos de que “la verdad miente”. Por eso, el que este escenario mental se haya vuelto importante para definir con quién permanecer, de quién alejarse o a quién reubicar, es algo que me preocupa profundamente, aunque no intente impedirlo.

Desde el tiempo y la distancia el deseo de volver a hacer cosas y tener ciertas vivencias está volviendo a mí muy de a poco, recorrer las calles de una ciudad capital en tardes de sol agradable, volver caminando a casa luego de una fiesta en plena noche, ir al gimnasio, jugar fútbol, tomar el metro después de conocer un parque, tomar helado hasta hartarme, tener alguien a quien abrazar, recuperar la capacidad de confiar y compartir con naturalidad.

Cuando todo vuelva a ser normal, aunque sea una normalidad nueva, cuando yo también recupere esa normalidad, definitivamente quiero volver a vivir.